lunes, 20 de agosto de 2018

DOS MIL TRESCIENTOS UNO







A pesar de que ya llevo tres días en casa y de que hoy me encuentro mejor, me siento despistada y no sé por donde empezar a hacer una vida normal.

Tengo la suerte de que todo el tiempo es mío.
No tengo obligaciones, ni compromisos, ni responsabilidades.
Me ha costado llegar hasta aquí pero lo he conseguido.
Lo único que tengo que hacer es cuidar mi cuerpo que es el templo del alma.
No tengo prisa, cada cosa a su tiempo.

Reposo, tranquilidad y buenos alimentos.
Lo que de verdad me preocupa es lo del gluten.

He pedido un pan de trigo sarraceno en Sagar, que solo lo hacen de encargo y lo traen los jueves.
Cuesta más de cinco euros, pero prefiero pagar lo que sea con tal de no envenenarme.

Mi hermano Jose, el pequeño, que era encantador, me contó que bebía Whisky Chivas Regal porque era tan caro que así, pensaba que se controlaría mejor para tomar menos.
Lo malo es que en cuanto tomaba la primera copa, se olvidaba de todo.

Espero que a mi no me pase lo mismo con el pan de trigo sarraceno.
Mikel Berger me ha hablado de un pan de teff, que viene de Egipto y que se lo han empezado a pedir los deportistas, lo hacen en Santander.
Cuesta siete euros.

De momento tengo harina de trigo sarraceno en casa, por lo que intentaré hacer un pan Osawa, cuya receta aprendí en Saint Gaudens y es fácil.

He hablado con Pizca pero es difícil comunicar con las personas que no han estado quince días en una casa de reposo.
Para ellas la vida sigue y para mí, todo es un comienzo.












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