domingo, 26 de agosto de 2018

DOS MIL TRESCIENTOS SIETE







Insisten los grandes escritores en la lectura de los clásicos.
Me lo recuerdan a menudo Ramón Irigoyen y Luis Alberto de Cuenca.
Me cuesta hacerles caso.
Sin embargo me gusta saber lo que piensan y me recreo en sus frases y en lo cuentan sobre ellos.

A veces me encuentro con sorpresas que no resultan agradables, pero me ayudan a poner los pies en la tierra.
Algo así me paso ayer con Eurípides, en quien he pensado mucho desde que leí su frase sobre que lo más querido para un anciano padre es una hija.
Me sentí tan identificada y he tenido unos sentimientos tan bonitos pensando en mi padre y en que no le hice el caso debido y he recordado cuánto me quería y cómo me lo demostraba siempre que se atrevía y cosas bonitas que calientan mi alma y día tras día pensaba en él y seguía buscando textos de Eurípides, hasta que me encontré con algo inesperado:

“La naturaleza nos ha hecho a las mujeres ineptas para el bien, pero artesanas hábiles de las maldades todas.” 

¿Cómo puede ser que un autor que ha sido capaz de crear un personaje como Medea tenga esa idea sobre las mujeres?

He seguido investigando y he comprobado que tiene un concepto muy bajo del sexo femenino, como la mayoría de los escritores clásicos.

No me gusta que hablen mal de las mujeres, lo achaco al desconocimiento y procuro no darle más importancia.






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