jueves, 23 de agosto de 2018

DOS MIL TRESCIENTOS CUATRO






Creo que para conseguir la sensación de sentirse en el séptimo cielo, es preciso hacer un pequeño esfuerzo.
Tal vez sea necesario seguir en el intento cuando parece imposible, pero puedo asegurar, por mi propia experiencia, que merece la pena dar un paso más.

No terminaban los malestares de mi desintoxicación pero por fin, hoy, me he levantado con el ánimo necesario para ducharme con cabeza incluida, hacer unas llamadas de teléfono para no desplazarme inútilmente y he conseguido poner al día algunos asuntos que tenía pendientes.

Lo mejor de todo ha sido que al pasar delante de una farmacia, he recordado que la última vez que tuve irritados los ojos, me dieron unas gotas milagrosas.
Efectivamente, en cuanto me he puesto las gotas, el picor y la desazón han empezado a desaparecer.

Al encontrarme mejor, he vuelto a casa con la sensación de que pronto volveré a estar en el séptimo cielo.


Acostumbrada a que las musas de la inspiración no suelen visitarme cuando no me encuentro bien de salud, no por ello dejo de cumplir el compromiso que tengo con mi diario, sabedora de que aunque mi pluma no alcance a escribir bellas palabras, me ayudará sin embargo a ejercitar mi humildad.






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