lunes, 27 de marzo de 2017

DOSCIENTOS VEINTIOCHO







He tenido un fin de semana demasiado ocupado como para que no terminara como el rosario de la aurora.
Ayer vino a visitarme un amigo de San Sebastián y me pareció que sería una buena idea comer en Zabala, en el puerto viejo, donde tienen los mejores pescados del Cantábrico, salvajes y a la brasa, en el punto perfecto.
Todo empezó bien porque yo había quedado con mi amigo en Tamarises, sin acordarme de que los domingos es imposible llegar hasta allí, pero tuve suerte porque Josean se despistó y me llamó desde el parking de Artea, que es un centro comercial, lo cual resultó fantástico, porque dejamos su coche allí y nos fuimos en el mío hasta Algorta, en donde después de dar varias vueltas sin encontrar un sitio para aparcar, me puse nerviosa e intenté meter el coche en un lugar prohibido que estaba en cuesta.
Una maniobra difícil incluso estando tranquila.
Noté que olía a quemado, pero me fui haciendo como que no me daba cuenta, lo único que deseaba con todas mis fuerzas era librarme del coche.
El rodaballo estaba inmejorable y todo resultó perfecto.
Incluso arranqué mi coche sin problemas.

No obstante, hoy tenía clase de Pilates y no he sido capaz de meter la marcha atrás, así que no me ha quedado más remedio que ir en metro a las Arenas y a la vuelta he llamado a la grúa, para que se lleve mi coche al taller.

Por lo que más me importa quedarme sin coche es porque tenía intención de ir a algunos lugares altos para hacer fotos panorámicas, ya que desde que mi profesora de natación me ha enseñado cómo hacerlas, me encantan, pero creo que necesito una escena grande para que resulten vistosas.

Lo que se ve desde mi casa está muy bien para vivir porque no necesito cortinas, pero para hacer fotos no resulta interesante.


La editorial que ha publicado mi libro me ha ofrecido una caseta en la feria de san Jordi en Barcelona, para firmar.
Poco me conocen.
Me dedico a escribir para no tener que ir a las inauguraciones de mis exposiciones y ahora resulta que también los que escriben tienen que dar la cara.
Lo que me faltaba, encima de haber tenido la jeta de publicar un libro en papel, intentar que me saluden y me feliciten por ello.
Ni hablar del peluquín.

La profesora de Pilates se ha cambiado de casa y me ha dicho que le mande fotos de todos los cuadros que tengo para vender, ya que tiene uno pero no le va con la nueva decoración.
Le da lo mismo abstracto que figurativo.
No sé qué hacer, tengo óleos, ceras, collages, dibujos, acuarelas… ya se me ocurrirá algo.

Es obvio que no soy una persona comercial, nunca lo he sido y mucho me temo que a estas alturas de la vida poco puedo aprender en ese campo.
Además, yo creo que el arte de vender no solo exige tener cierto talento mercantilista sino también bastante destreza.
Jeff Koons fue corredor de bolsa en Wall Street y luego trabajó en el MOMA* captando socios, lo que realizó con gran acierto.
Aprendió tanto que esa experiencia le sirvió para aplicarla en la venta de sus obras y tan bien lo ha sabido hacer, que hoy en día es el artista vivo que más caras vende sus obras.



*MOMA: Museo de Arte Moderno de Nueva York

No hay comentarios:

Publicar un comentario