DOSCIENTOS TRECE

Ayer vi “Paterson”, maravillosa película que me reconcilió con el cine y con la vida.

Parece tan sencillo ser feliz cuando el amor y la poesía flotan sobre el orgullo, que es una verdadera lástima que nos compliquemos tanto, en vez de dejarnos llevar por la belleza de lo cotidiano.

Es un poco lenta a veces aunque merece la pena esperar, porque todo lo que sucede no solo es bonito, sino también plausible.

Más tarde, antes de dormirme, escuché un programa en la radio que trataba de personas que parecía que se habían muerto pero no del todo, porque volvieron a la vida y contaban que esa experiencia les había cambiado.

Me hizo pensar en mi y en el tiempo que estuve enferma.

Nada hacía pensar que me pudiera morir, no obstante lo pasé tan mal, tan mal, que sin haber atravesado el túnel ni haber tenido ninguna experiencia paranormal, también ha cambiado mi vida.

Antes yo era una persona muy inquieta, salía, iba, venía, muy sociable, incapaz de quedarme en casa.

Sin embargo ahora casi siempre estoy en casa, no me apetece salir excepto para lo imprescindible.

Deseo escribir, leer, actualizar mis blogs, editar mis fotos y hacer ese tipo de cosas, en vez de estar en la barra de Zampa, charlando con mis amigos, que era lo que hacía antes.

Lo pasaba muy bien.

No considero que haya sido una pérdida de tiempo, me alegro de haber pasado por esa época.

Estar con los amigos me parece una manera estupenda de aprovechar el tiempo.

Supongo que hay fases en la vida y cuando se ha pasado por algunas, vienen otras que son las que nos convienen en cada momento.

Aprecio la tranquilidad que me produce estar en casa ocupándome de mis asuntos.

Antes de ayer terminé de ver la serie Borgen, reconozco que me ha encantado y que me ha resultado interesante.

Alguien me ha contado que a la reina Letizia le está gustando mucho.

Me hace gracia enterarme de esas menudencias.

También me he enterado de que Carolina Herrera dice que a partir de cierta edad, vestirse de joven, avejenta.