miércoles, 29 de marzo de 2017

DOSCIENTOS TREINTA







Lo más grande de este mundo es la amistad.
Leí en un libro de un sabio, que conviene andar despacio por la vida y que cuando se tiene una cita, es conveniente salir de casa con más tiempo del necesario.
Siempre sucede algo imprevisto que puede alegrarnos el día.
Eso ha sido exactamente lo que me ha pasado hoy.
Tenía clase de Pilates a la una.
Para llegar con calma y que me dé tiempo a pasar por la frutería, ya tengo comprobado que tengo que salir de casa a las 12:30, no obstante hoy me he acordado de lo que dijo aquel sabio cuyo nombre no recuerdo y he salido a las 12:20.
No tenía expectativas de ninguna clase, excepto la de ir tranquila, mirando a mi alrededor y disfrutando de un día espléndido.
Así ha sido, hasta que he llegado a Las Arenas y al salir del metro, he oído que alguien decía mi nombre con insistencia:

¡Blanca!

¡Blanca!

¡Blanca!

Yo miraba a todos los lados y no veía a nadie que conociera y seguía oyendo:

¡Blanca!

Y entonces he visto a Cayetana, amiga del alma, que estaba en un vagón del metro que se dirigía a Bilbao.
Le he dicho que saliera y así podríamos hablar un poco hasta que llegara el siguiente vagón.
Estaba tan emocionada que no me salían las palabras.
Cayetana es una gran amiga a la que solo veo cuando el destino lo decide.
Ha habido épocas de nuestra vida en que estábamos muy unidas, pero luego el sino nos ha separado.
A mi me encantaría verla de vez en cuando, pero ella prefiere vivir apartada en Munguía y hacer un tipo de vida diferente al mío.
Le gusta leer.
Es una lectora empedernida y amante de la palabra y de la etimología.
Sabe palabras imposibles.
Leia a Goitysolo solo para disfrutar de lo bien que escribía y así aprender español.
Me ha dicho que lee mis diarios.
Me ha recitado un maravilloso poema de Leopoldo Panero padre.

En este encuentro la he notado menos reacia a vernos algún día.
La última vez me encontré con ella en el dentista, en Bilbao, y las dos estábamos contentas charlando, pero ella insistía en que de momento prefiere no estar conmigo.
Yo le dije al despedirnos que yo estaría encantada de quedar algún día, que sigo queriéndola mucho y me gusta estar con ella.

Hoy, aunque no nos hemos intercambiado los teléfonos, ni los mails ni nada que nos pueda hacer localizables, ella sabe donde vivo y si lee mis diarios supongo que tendrá acceso a mí.
Si no, tendremos que esperar a que la vida nos haga el regalo de encontrarnos cuando menos lo esperamos y que suceda en plan mágico, como casi siempre acontecen las cosas con Cayetana.
Me ha contado que tiene dos nietas que viven en Madrid y que la pequeña de tres meses es pelirroja.
También me ha contado que en cuatro años se ha cambiado seis o siete veces de casa, casi siempre compartiendo con chicas extranjeras, ucranianas, colombianas… ya no me acuerdo, que es un gran aprendizaje.


Me ha dado la impresión de que ya tiene ganas de vivir sola y de no tener que aprender tanto, así que no pierdo la esperanza de recuperarla, porque me resulta un verdadero placer estar con ella.
Insisto en que el gozo que proporciona la amistad es más grande que muchos otros que han adquirido una fama inmerecida.



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