miércoles, 8 de marzo de 2017

DOSCIENTOS NUEVE







Hoy he decidido tomarme el día libre.
Quiero quedarme en casa sin obligarme a hacer nada, sin hacer ningún esfuerzo.
Es muy agradable la sensación de cancelar mis citas y saber que puedo dedicarme a leer, a ver el último capítulo de Borgen y a echar una siesta sin límite, si es lo que deseo.
Hay días o temporadas en las que no sé si la pereza, la vagancia o el cansancio se apoderan de mi y a no ser que utilice la fuerza de voluntad, no me apetece seguir la rutina a la que estoy acostumbrada.
Hoy es uno de esos días.
He pasado una mala noche y me lo merezco.

Uno de los placeres que me permito de vez en cuando, es estar en la cama con la persiana cerrada escuchando la radio.
Me encanta que me hablen sin necesidad de tener que contestar.
Que me cuenten algunas cosas que me interesan y otras no tanto, así que puedo dejar de prestar atención con total impunidad.

He hablado largo y tendido con Pizca a quien la muerte de Naroa también le ha afectado y ha comentado que la Galea siempre le ha parecido un lugar con una fuerza terrrible, diferente a otros lugares.
La verdad es que ayer, cuando vi en FB las fotos que publicó Virginia López Tapia sobre los acantilados de la Galea, me impresionaron muchísimo y sentí como una especie de atracción.
Hace tiempo, mucho tiempo que no llego hasta allí puesto que ya no se puede ir en coche y había olvidado la sensación de ese lugar tan dramático.


Han sido unos días tan revueltos, que necesito ordenar mis ideas y para eso nada mejor que quedarme tranquilamente en casita, y recuperar mi estado natural.







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