viernes, 23 de septiembre de 2022

CUATRO MIL SEISCIENTOS OCHENTA Y TRES

 




Decía Carmen Gaite y lo subraya Jesús Ferrero, que no entiende el motivo de que haya que justificarse por ser escritor.

Estoy de acuerdo con ambos pero mi cabeza se excita y trae a colación que en el terreno de las justificaciones la más necesaria es la del pintor el cual, incluso teniendo el grado de Bellas Artes, hace que la gente dude hasta que sus cuadros no estén colgados en el Hammer Museum de Los Ángeles, por lo menos.

Un pintor de Bilbao, bueno y con éxito, Txupi Sanz, equipara este tema al de un piloto.

Nadie pregunta al piloto del avión que le va a llevar a París si ha hecho los estudios necesarios, lo dan por hecho, mientras que si alguien ve tu cuadro y no le consta que esté colgado en el Reina, duda, se lo piensa y no solo no lo compra sino que ni siquiera se atreve a opinar.

Así pasa con las Bellas Artes, por eso es conveniente hacer la carrera o por lo menos tener un máster.

Una escritora que acude a las reuniones de autores de Triunfa con tu libro, contó cuando le entrevistaron que nadie podía poner en duda su pericia como escritora puesto que había hecho un cursillo con Antonio Muñoz Molina.

Se oye de todo, en cada mundillo se estilan diferentes escalas para medir la profesionalidad del sujeto.

En este sentido hoy en día ya es imprescindible que las exposiciones las organice un comisario porque se acredita más confianza al curador que al artista.

Todo evoluciona.




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