jueves, 23 de mayo de 2019

DOS MIL SETECIENTOS SETENTA Y TRES









Leo un artículo escrito por el gran Bernardo Atxaga sobre Jorge Oteiza y me emociono.
Me complace la buena escritura y más, si cabe, cuando se trata de describir a una de las personas que ha sido capaz de enseñarme a entender el arte vasco.
Cuando estudiaba Bellas Artes, su libro Quosque Tandem era la biblia, pero reconozco que no lo entendía.
Lo tenía en mi mesilla y sabía que era un tesoro al que yo no tenía acceso.
Me enteré de que Oteiza exponía en la galería Txantxangorri de Hondarribia y me acerqué.
Me impresionó tanto lo que vi, que empecé a llorar y conocí a Jorge y fue tan inspirador ese encuentro que al llegar a mi casa el Quosque Tandem me pareció pan comido
Lo leí de un tirón y desde entonces estuve atenta a todo lo que hacía y decía Jorge y más tarde le hice un homenaje que constaba de una instalación de trece cuadros de pequeño formato que no deben separarse y actualmente se exhiben en un museo de Barcelona.

Sigo interesándome por todo lo que dicen y cuentan de él, de su obra, de su carácter, de su poesía, sigue estando vivo en mi corazón.




















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