viernes, 6 de octubre de 2017

MIL VEINTE








He asistido a la conferencia de Ángel Bados en Azkuna Zentroa y creo que, antes de tomar la decisión de ir a tontas y a locas, tenía que haberme enterado de que el tema no era lo que más me puede interesar, ya que se trataba de la relación entre el docente y el alumno en el mundo del arte.
A mi eso me tiene sin cuidado.
Estoy fuera de los circuitos artísticos, así que cuando ha terminado y han empezado las preguntas, he levantado el brazo, me han dado un micrófono y he preguntado al conferenciante lo que de verdad me interesaba:

¿Estás en FB?

Carcajada general.
Por lo menos, se ha roto esa especie de seriedad que tenemos los artistas cuando nos juntamos.
Parecía un velatorio más que la celebración de un acto artístico, que es lo que yo esperaba.
Luces tenues, azules, caras serias, algunos profesores salidos de la escuela de BBAA después de mi promoción, que fue la primera y mucha niña joven como diría Mecano.

Ha tardado media hora en contestar a mi pregunta.
La respuesta era que no, a pesar de ser el primero que se compró un ordenador en su día y bla, bla, bla.
O sea, nada.
Ya no me interesa.
Tanto decir que lo único realmente importante de ser profesor es la relación personal entre las personas ¿cómo vamos a comunicarnos si usted vive en Navarra y yo vivo en Bilbao y usted no está en las redes sociales?

He esperado un rato por educación y he cogido mi muleta y me he marchado tranquilamente, habiendo constatado una vez más, que en las conferencias sobre arte, en general me aburro, a no ser que el ponente sea Calvo Serraller con quien aprendo y acapara mi interés.
A los modernos no les entiendo.
No sé de qué están hablando.

Además a mi me gusta la alegría, no me siento cómoda en esa especie de silencio respetuoso, en el que nadie tiene nada que decirse.


Por lo menos he hecho el esfuerzo de levantarme temprano y no me queda la pena de haberme perdido algo terriblemente interesante.








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