jueves, 30 de septiembre de 2021

CUATRO MIL CUATROCIENTOS SEIS

 




He intentado por todos los medios ver "Clara Campoamor la mujer olvidada" pero no lo he conseguido.

No solo me interesaba por el personaje sino también porque la dirige Laura Mañá, directora de cine que ha sabido poner a la vista la situación de la mujer en un momento en que todavía todo estaba muy cerrado en España, lo sé por experiencia propia ya que yo nací en el cuarenta y seis y hasta que murió Franco, en al año setenta y cinco la vida era gris, triste y muy católica.

Gracias a Clara Campoamor conseguimos el sufragio feminista las mujeres mayores de veintitrés años, hace noventa.

Aunque a mi me metieron interna a los trece años en el colegio de la Asunción de la calle Santa Isabel en Madrid y más tarde en Burdeos no me enteraba de casi nada, cuando vivía en casa de mis padres también estaba como interna ya que tenía que estar en casa a las diez de la noche todos los días y así fue hasta que me casé.

Entonces se me abrieron muchas puertas, entre otras tuve la suerte de que mi marido era un gran cinéfilo y gracias a él vi mucho cine porque cuando nos, o más bien le interesaba alguna película prohibida en España nos íbamos a Biarritz que era la apertura universal, allí se podía respirar.

Más tarde, cuando empecé a estudiar Bellas Artes, empecé a ir por mi cuanta a cines de arte y ensayo, aconsejada por mis compañeras de la escuela que eran mucho más avanzadas que yo, así supe que existían directores rusos que me abrieron la cabeza y conocí a personas intelectuales muy cultas que despertaron mi interés por todo lo que en el mundo en el que yo me había movido hasta entonces estaba considerada pecaminoso y prohibido, sobre todo los comunistas y republicanos a los que mi madre llamaba rojos como como si eso significara que eran malas personas.

Me sorprendía lo que me enseñaban, no coincidía con mi sentido común, no me entraba en la cabeza que la religión católica fuera la única verdadera ni tampoco que las personas de izquierdas llevaran el mal en la sangre.

Pronto me hice amiga de Cala Ampuero que estaba separada y me comentaba con ganas y riéndose, que en cuanto llegara el divorcio a ella le gustaría ser la primera en acogerse a esa ley.

A mi esas cosas ni siquiera se me habían pasado por la cabeza, creía firmemente que mi matrimonio duraría toda la vida como el de mis padres, mis tíos y la mayoría de la gente que conocía. 

Solo tenía una prima de mi madre que estaba separada y nunca hablaban de ella y cuando lo hacían era con gran secretismo.

Esa época de mi vida yo no era yo misma, sino una especie de cúmulo de todo lo que me habían metido en la cabeza mi familia, las monjas, mis amigas y la iglesia católica, aunque en Francia leí mucho y eso me marcó aunque no comencé a ponerlo en práctica hasta años más tarde, ya casada y con ganas de disfrutar de todo lo que la vida me ofreciera.




No hay comentarios:

Publicar un comentario