sábado, 11 de septiembre de 2021

CUATRO MIL TRESCIENTOS NOVENTA

 



Una de las cosas buenas que he hecho en mi vida fue el voto de castidad cuando cumplí cincuenta años.

En esa época vivía en Los Ángeles y había terminado una relación con un tío que cuanto más le conocía menos me gustaba, me costó dejarle porque soy una colgueta.

He hablado un rato con la hija de Pizca que se acaba de separar y lo está pasando mal, he comprendido que ya llevo veinticinco años sin pasar un mal rato por un hombre.

Además me he distanciado tanto de ellos que he perdido la ceguera que me entraba cuando todavía entraba en esos juegos, ahora les veo tal y como son desde el principio, es difícil que me deje engañar, no tengo ni un minuto libre para dedicar mi atención a un hombre, estoy demasiado ocupada con lo que de verdad me interesa, se acabaron las concesiones, intento estar pendiente de mis hijos porque me sale del corazón y ahí se acaba todo.

Tengo una vida llena, tanto por aprender, tanto por disfrutar, cada segundo de mi vida me ofrece la posibilidad de sentir la plenitud dentro de mi.

He perdido mucho tiempo tratando de ser complaciente con los hombres y creyendo que estaba enamorada cuando la verdad es que simplemente estaba colgada, me creaba yo mis propias adicciones.

He aprendido muy poco con los hombres, me he divertido con ellos, no puedo negarlo, no obstante he perdido un tiempo precioso que podía haberlo dedicado a cuidar de mí misma y a completar mi educación, que quedó truncada en el momento que me enamoré del que más tarde sería mi marido y al que dediqué diez años de mi vida, aunque por lo menos todavía tenía la suficiente claridad como para estudiar la carrera  de Bellas Artes y no perder tanto tiempo como me sucedió en otras etapas de mi vida.

Se acabó, ahora me dedico a agradecer la tranquilidad que tengo en mi vida sin nada ni nadie que interrumpa mi paz interior y poder dedicar todo mi tiempo a lo que de verdad me interesa.





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