jueves, 20 de octubre de 2016

SETENTA Y CINCO







A pesar de que estoy muy bien medicada y de que en general me encuentro bien, a veces me noto floja y lo único que me apetece, es quedarme en casa leyendo y descansando.
Debido a que he empezado a salir hace poco, hay días en que me siento más activa de lo normal y viceversa.
Es como si todavía no estuviera ordenada.
Similar al otoño que no acaba de instalarse del todo.

Ayer tuve una clase de Pilates bastante dura y tras echar una siestecita, miré la cartelera con intención de ir al cine.
No tenía ganas de trabajar, quería que me dieran las cosas hechas.
Sentarme en una butaca en la oscuridad y ver una buena película, es uno de los placeres que me ofrece la vida y que procuro no perderme, sobre todo después de haberme pasado tantos años teniendo que ver cine en mi ordenador.

Pues bien, no encontré nada que prometiera, así que me quedé en casita y tuve la gran suerte de descubrir en un programa que no recordaba, varios videos filmados en el año 2008, que me recordaron momentos bonitos de mi vida.

Hubo algo que me llamó la atención, en lo que nunca antes había reparado:

Algunos videos reflejaban diferentes fiestas en mi casa, con la peculiaridad de que ninguna de las personas se repetía.
Cada fiesta se componía de invitados diferentes.
Al reflexionar sobre esta característica, comprendí que correspondían a diferentes momentos de mi vida y era natural que las personas no fueran las mismas.

En aquella época, antes de romperme la pierna, hacía una gran vida social y me movía en ambientes diferentes.
No solo en Bilbao, sino que, dado que exponía en Madrid, pasaba temporadas allí.
Mi galerista era de Bilbao, así como sus clientes, por lo que una de las fiestas a las que me refiero se componía de gente de Bilbao, con la que solía coincidir en Madrid.

Fueron años muy felices y activos, tanto a nivel profesional como social.

Hasta tal punto me movía, que estando en Berlín conocí a la propietaria de una galería berlinesa, que se entusiasmó con mis heridas y me invitó e exponer en su galería.

Lástima que en el viaje a Berlín tuve un percance y no pude ir, mandé las piezas por avión ante el descontento de la galerista, que tuvo que retrasar la inauguración y no le hizo ninguna gracia.

Respecto a mi trayectoria artística, creo que aquella época fue la más fructífera y la única en la que gané dinero en abundancia.

He expuesto en muchos sitios, pero nunca me he sentido tan apoyada como por aquella galerista, pena que terminara como el rosario de la aurora con la visita del hombre del frac, que no resultó  agradable.













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