lunes, 31 de octubre de 2016

OCHENTA Y SEIS








Hace un día tan maravilloso, que ni por un momento se me pasa por la cabeza que pueda haber niebla más tarde y que mi hijo tenga problemas con los aviones.
Los últimos días han sido londinenses y el aeropuerto de Calatrava ha estado cerrado, pero supongo que hoy todo seguirá su orden natural.

Ayer no salí en todo el día, le humedad me produce dolores en los huesos rotos y en casa me siento protegida.

Hace unos meses cambiamos las ventanas de madera por las modernas, esas que se cierran herméticamente y desde entonces me siento aislada del mundo.
Fueron dos semanas espantosas, todo manga por hombro, incluso la puerta de la casa estaba abierta durante  el día, pero ha compensado.
Luego llamé a los pintores para que todo quedara impoluto y después, Norma, la boliviana que viene los lunes para ocuparse de la casa, hizo lo que pudo.

Ahora solo falta mi toque personal, que es imprescindible, pero nunca me llega el momento de hacerlo, por lo que casi no se nota que la casa en sí está impecable.
Ante la posibilidad de sentarme delante del ordenador soy incapaz de ponerme a ordenar y tirar todo lo que anda dando vueltas por ahí.

A mis hijos no les importa nada que la casa esté desordenada, de hecho, a juzgar por como tienen sus cuartos, creo que les gusta el caos.
A mi, sin embargo, me encantaría que todo estuviera en su sitio.

No es el trabajo lo que me asusta sino tomar la decisión de tirar lo que no necesito.
Y eso que tengo claro que preciso del vacío para ser feliz y tengo presente en mi cabeza las lecciones de la japonesa María Kondo.
Ella, a través de sus libros, ha ayudado a medio mundo, a tener orden en sus casas.

Afirma:

“Cuando experimentes lo que es tener una casa realmente ordenada, sentirás cómo se ilumina todo tu mundo”

Solo el hecho de recordar sus consejos me ha animado a empezar hoy a kondear (verbo que ya se utiliza cuando se ha leído su libro: “La magia del orden”).

Hace tiempo que yo estudié el feng shui, un antiguo sistema filosófico chino, basado en la ocupación consciente y armónica del espacio, con el fin de lograr una influencia positiva sobre las personas que lo ocupan.
Lo puse en práctica al principio, cuando vine a vivir a la casa actual, pero a medida que pasa el tiempo, por más que me empeñe en quedarme solo con lo imprescindible, no lo consigo.

María Kondo recomienda hacer el orden principal solo una vez, o sea, decidirse a tirar todo lo que ya no se utiliza y luego solo es cuestión de mantener.


Estoy en contra de decir “voy a”.
Nunca funciona.

Considero que es una manera de engañarse a si misma y a los demás.








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