viernes, 14 de octubre de 2016

SESENTA Y NUEVE









Me puse terca cuando me dijeron en la editorial, que tenía que pagar 19 euros, si quería cambiar la portada de la novela que me van a publicar.
Consideraba que ya había pagado más que suficiente y que ellos debían saber que, para hacer las cosas bien hay que trabajarlas, no es algo que salga a la primera ni a la segunda.
Sin embargo, como se me rompió el ordenador y he tenido varios días para pensar en el tema, he llegado a la conclusión de que tal y como estaba planteado, iba a resultar una chapuza de tal envergadura, que no habría sido capaz de enseñárselo a nadie, ni yo misma habría querido mirarlo.
Así que he agachado la cabeza y les he dicho que estoy dispuesta a pagar los 19 euros.

Ahora ya solo me falta ponerme a trabajar y tratar de no dejarme influenciar por el texto y el diseño que ellos habían planteado.

Me dieron ganas de decirles que estaba tan descontenta, que tenía intención de publicarlo en FB y en Twitter y decírselo a todos los amigos que tengo en las redes sociales, pero me di cuenta de que era una pataleta y no dije nada.
Lo cual no significa que no lo pregone a los cuatro vientos si me apetece.

Eso lo puedo empezar a decir desde ahora, que no me ha gustado nada cómo trabajan y que no estoy contenta.
Pero llegados al punto en que están los asuntos ahora, no me queda más remedio que hacer un esfuerzo y por lo menos intentar poner de mi parte para que quede lo mejor posible.

Estoy deseando liquidar este tema.
No creo que me vaya a quedar satisfecha incluso si, en el mejor de los casos, el libro queda decente, pero por lo menos me he tranquilizado.

Ya es el tercer año que voy a clase de escritura y hasta que empecé el diario, me tomé el tema en plan compulsivo.
Dedicaba todo mi tiempo a estudiar gramática, leer a los clásicos, corregir lo que escribía, y poco a poco me iba embalando hasta que, casi sin darme cuenta ya tenía dos novelas que, ahora no quiero ni revisarlas porque tengo la sensación de que están demasiado verdes.

La primera la publiqué en Amazon y como solo se puede leer en Kindle, no tuvo repercusión, por lo que me animé a publicar la segunda en papel.

Anunciaban algo en FB y me metí sin pensarlo.

Una vez más, he sido víctima de mi propia precipitación.

Definitivamente soy una atolondrada.





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