sábado, 13 de agosto de 2016

ONCE








Me felicito a mi misma por seleccionar con rigor mis salidas.
Ayer, primera vez en este verano, dos conciertos en Ereaga, donde mi hijo pequeño era el rey, hicieron que pasara una velada deliciosa en compañía de la gente que quiero, en un lugar encantador, escuchando la música más moderna que conozco.
Disfruté de lo lindo.
La que no disfrutó tanto fue mi nieta que, acostumbrada a ser el centro del universo, comprobó que cuando su padre entra en escena, ella se hace invisible.
Creo que no le hizo gracia.
Se tapó los oídos.

Billy Bao comenzó el concierto con una conversación entre los cuatro componentes, profunda e interesante, poniendo en tela de juicio la soledad que produce la tecnología.

Luego empezó la música voz de Marck Iddo a quien yo veía y escuchaba por primera vez.
Me fascinó.
A pesar de ser un ídolo en un campo muy diferente, chicas en bikini y glamour en color, se mimetizó con el estilo Billy Bao sin esfuerzo.
Alberto batería, en su papel, siempre impecable.

Piji me hizo recordar lo que de él comentaba Josetxo Anitua:
“Cuando Piji toca la batería, parece que se acerca una manada de mamuts”.

Mattin brilló en todo su esplendor.
En cuánto entra en escena nos lleva a otra dimensión.

Se cumplieron mis expectativas.
Una vez más Billy Bao se entregó.

L’Ensamble, con María Seco en el bajo, me deslumbró, sobretodo cuando tocaba el violín.
Conocía a Álvaro Brutus, le había visto en otros conciertos y mi hijo, cuya opinión respeto, le tiene en alta estima.
Es un músico excepcional, abierto a la improvisación, sin prejuicios ni conceptos, y en un proceso creativo que me gustaría seguir de cerca.
A los otros chicos de la banda no les conozco.
Necesito tiempo.

En conjunto, una velada excepcional en la que no solo pude disfrutar de mi gente de siempre, sino que tuve el placer de conocer a personas nuevas que me encantaron.




No hay comentarios:

Publicar un comentario