viernes, 19 de agosto de 2016

DIEZ Y SIETE







Cada día, cada instante, trae cosas nuevas que exigen de mi, la presencia de ánimo necesaria para afrontarlas.
Algunas son menudencias que solo requieren prestarles atención y así se arreglan.
En esas andaba yo ayer, atareada porque se había roto el extractor de humo de la cocina y a pesar de estar en agosto, decidí arreglarlo cuanto antes.
Hice unas llamadas de teléfono que no resultaron fructíferas .
No me importaba, era cuestión de tiempo.
Pero cuando Beatriz me dijo que mi hermano Fernando estaba en la UCI, algo más profundo se despertó en mí.
No solo porque es mi hermano y le quiero, sino porque desde hace muchos años existe una distancia entre él y yo que me afecta, tanto si quiero como si no.
He intentado romper ese hielo, pero él no quiere.
Un día le pregunté por qué no trataba conmigo y me contestó tranquilamente que no le gustaba cómo soy.
Le pedí que me disculpara por las molestias que le hubiera causado y no contestó, pero insistí y aceptó las disculpas, sin embargo siguió sin hablarme, excepto lo imprescindible.
El día que cumplí setenta años le invité, como a todos mis hermanos y sobrinos y vino a mi fiesta.
Justo antes de marcharse se acercó y me dijo ¡Muchas felicidades! yéndose deprisa.
Creo que no le he vuelto a ver.
Estas son las cosas de la vida a las que doy importancia.
No me gusta enfadarme y menos con la familia.
Soy capaz de ceder y aceptar muchas cosas que no me gustan nada, por la paz.
Pero con el asunto de Fernando no encuentro manera de que se ablande conmigo.
Sus amigos son encantadores y su mujer también pero con él pasa algo difícil de romper.

Lo último que he sabido es que hoy le pasan a planta y mañana le llevan a su casa.








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