sábado, 14 de diciembre de 2019

DOS MIL NOVECIENTOS NOVENTA Y DOS









Veo videos de minimalistas japoneses y aunque en el fondo tanto ellos como yo perseguimos lo mismo, noto una gran diferencia y es que yo, sin ser extrema, siempre he tenido tendencia a minimizar, a abreviar, a reducir.
Empecé a darme cuenta de que deseaba expresarme con menos cuando empecé a estudiar Bellas Artes y a pesar de tener que pintar los modelos que exigían los profesores, intentaba expresarme de manera escueta.
Poco a poco, a lo largo de la vida he intentado deshacerme de lo innecesario aunque comparada con los actuales japoneses nadie lo diría.
Tampoco mi meta es llegar a ese punto, no soy tal radical.
De momento me conformo con irme deshaciendo poco a poco de las cosas que no utilizo desde hace por lo menos un año y que no me hacen feliz.
Al mismo tiempo me gustaría que mi entorno vaya adquiriendo la sensación de vacío y pulcritud que solo a través de un orden impecable se puede alcanzar.
La diferencia entre los minimalistas japoneses y mi deseo, es que para ellos empezó con una decisión mientras que yo, en el fondo de mi ser siempre lo he deseado.
Muchas, muchas, muchas veces me he puesto a trabajar en el intento y cuando había avanzado y notaba la sensación de bienestar que produce el Feng shui, lo dejaba sin darme cuenta y empezaba una vez más a acumular objetos innecesarios.
Esta vez me noto más decidida que nunca, creo que lo conseguiré.
Por un lado me resulta mucho más difícil por lo cansada que me encuentro y la poca fuerza que poseo y además porque mis hijos, con quienes comparto la casa, no están en esa línea sino más bien la contraria.
Un reto importante.












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