viernes, 15 de septiembre de 2017

MIL








Pizca y yo cuando estamos juntas formamos un equipo, en el que la creatividad alcanza cotas muy altas, no me avergüenzo de reconocerlo.
Es un hecho tangible, sucede.

Ya, hace muchos años, un chico muy listo de Valladolid, al conocernos un poco, comentó:

“Vosotras dos sois “Miércoles Catorce”, 

haciendo referencia al famoso duo cómico “Martes y trece”.

No la faltaba razón.
Nos compenetramos tanto que sacamos punta a todo lo que se nos pone delante.

Ultimamente estamos haciendo planes de campo y playa casi todos los días y es tal la alegría que sentimos al ver un caserío abandonado, un nogal dejado de la mano de Dios, o una higuera rebosante de higos, que, mientras la filmo en video, le hago preguntas y ella describe lo que ve, con una sabiduría que solo a ella pertenece, y cuando publico los videos en mi blog, las visitas crecen y crecen hasta duplicar las que tenía yo cuando estaba sola.
Pizca es única.
En su caso se podría aplicar aquello que decían:

Se rompió el molde.
No se pueden hacer más Pizcas.

Además de ser especial y divertida, es buena, no se enfada nunca, entiende y comprende al ser humano.

Se casó con un arquitecto vasco, Moncho Lecea, que había estudiado en los Jesuitas con Carlos Artiach que, a la sazón, era mi marido.
Así que les invitamos a cenar y Pizca y yo nos dimos cuenta inmediatamente de que nos gustaban las mismas cosas.
Ella era un poco mayor que yo y tenía menos prejuicios, si es que le quedaba alguno, por lo que con ella aprendí a saltarme ciertas normas familiares y sociales, que me ayudaron a ser más libre.

Hoy en día, ya pasada la época difícil de la vida, podemos disfrutar de todo sin ataduras ni obligaciones, excepto la de pasarlo lo mejor posible en cada momento, lo que intentamos sin descanso.









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