lunes, 18 de septiembre de 2017

MIL TRES








Ayer tuvimos un encuentro con un loco de verdad.
No me gusta utilizar esa palabra pero hay casos en que cuando una persona se sale de sus casillas, se convierte en loco.

Habíamos comido opíparamente Pizca y yo en un caserío de Meñaca, que es santo de mi devoción y luego fuimos a descubrir esos lugares que esconden caseríos abandonados, manzanos, higueras y errekas por las que fluye el agua que canta al tropezarse con las piedras que le salen al paso.
Es un sonido zen que acaricia el alma con su dulzura.

Encontramos un caserío que parecía abandonado excepto dos perritos mil leches, que se acercaban al coche ladrando sin asustarnos.
Preparé mi iPhone en modo cámara para sacar una foto y de pronto salió de ningún sitio un hombre guapo, con unos ojos azules que echaban chispas, gritando como un condenado, amenazando con llamar a la policía porque habíamos entrado en una propiedad privada.
Intenté disculparme, pero el hombre no atendía a razones.

Nos instaba a marcharnos corriendo, diciendo palabras como desertar, escabullirse, desaparecer.
Eso es exactamente lo que yo intentaba hacer, pero estaba colocado delante del coche y no me atrevía a moverme.
Pizca me decía:

No digas nada que es peor.

Yo intentaba disculparme, pensando que eso le calmaría, pero no solo no se apaciguaba, sino todo lo contrario.
Me preguntó mi nombre y cuando empecé a decirlo, se enfureció, hizo como que miraba la matrícula y no sé cómo, pero arranqué el coche y salimos de allí como pudimos.

Nunca nos había pasado algo tan desagradable.
Ha habido ocasiones en que nos han dicho que nos vayamos, que no tenemos por qué sacar fotos, que a ver para qué queremos la foto de su casa, pero todo se reducía a que nos invitaban a marcharnos sin más.

El loco de Meñaca era otra cosa.
Pizca lo achacaba a que vivir solo con las vacas y dos perros en un lugar tan solitario, donde no hay tiendas ni vida social, puede volver loco a alguien que tenga débil la cabeza.
No lo sé.

Lo malo es que ahora  me va a dar miedo ir yo sola por el campo.
Antes no tenía miedo, nunca me había encontrado con locos, solo con raros.










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