martes, 26 de septiembre de 2017

MIL ONCE








No se trata de lamentarme por lo que no aprendí ni me enseñaron cuando era pequeña, ni de quejarme por todo lo que me ocultaron, no puedo culpar a nadie, porque crecí rodeada de gente ignorante.
Creo firmemente que la ignorancia es el único pecado.

Por lo menos, a los diez y seis años, cuando me internaron en Francia, allí conocí una cultura que me abrió las puertas para disfrutar de la vida.
Desde entonces, a pesar de las equivocaciones, siempre me quedó marcado, que la vida era disfrutable y hasta que no conseguí sacarle provecho, no paré de buscar.
Encontré lo que tanto deseaba y aunque para ello puse en peligro mi propia vida, no me arrepiento.

Yo sabía que la vida era demasiado importante como para desperdiciarla obedeciendo normas que no me convencían.
Aquello ya pasó y hoy en día, coja, vieja, gorda y arrugada, disfruto como nunca lo hice cuando era joven, delgada y más sana que una rana.
Todo ello es debido a que he encontrado la paz interior.
Canto y canto y canto y no me canso de cantar las glorias de la paz interior.

Ya lo decía Confucio:

Si pierdes tu dinero, no has perdido nada.
Si pierdes tu salud, has perdido algo.
Pero si pierdes tu paz interior, has perdido todo.

Siempre lo tengo presente.
Menos cuando me pongo nerviosa y me voy a las quimbambas*.

Se me olvidan los nombres de las personas, se me queman las lentejas, pierdo las gafas, pero las cosas importantes de verdad, no se me olvidan nunca.

Acepto la vejez con alegría, porque el hecho de apreciar la vida me hace feliz.
Solo en el acto de respirar encuentro un placer que me satisface plenamente y además, sé que lo voy a tener hasta que me muera, lo cual me tranquiliza.

Me gusta tener sed y beber agua y estar calentita en mi cama oyendo la lluvia que cae en el exterior.
Son placeres que están a mi alcance y me hacen muy feliz.
Disfruto escuchando el canto de los pájaros, que en la zona donde habito se prodigan bastante.



Por lo demás, intento que no me pongan multas de tráfico, pero no lo consigo.
Yo no sé donde están los radares.
Creo que voy a necesitar un aparato como los que llevan los taxistas.
A veces, por atenta que esté, voy más rápido que lo permitido y luego llega el cartero con la multa, que es lo mismo que decir Paco con la rebaja*, lo cual no me hace ninguna gracia.




*Lugar lejano e indeterminado

*famoso personaje proverbial, en quien representamos la experiencia, el desencanto y el desengaño. 






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