jueves, 28 de septiembre de 2017

MIL TRECE








Hace un tiempo maravilloso, justo el que esperaba como agua de mayo, para estirar un verano en el que he disfrutado mucho en la playa, los pocos días que el sol ha calentado con ganas.
No obstante no tengo el ánimo que me permita hacer el esfuerzo de volver a empezar.
Desde que voy al dentista y a la ortopedia he adquirido una especie de vagancia que solo me apetece estar en casa cuando termino mis obligaciones.
He de reconocer que al mismo tiempo me siento orgullosa de estar haciendo lo que tengo que hacer por encima de todo, que es cuidarme y también sé que no se puede hacer todo al mismo tiempo.
Una cosa después de otra.
He comprobado que todo lo relacionado con los médicos no resulta atractivo, sin embargo, después de hacerlo y cuando ya me encuentro mejor, agradezco el esfuerzo.
Lo considero prioritario.
Se me quedó grabada una frase que me dijo un chamán de Medellín:

Blanca, no te acostumbres al dolor, no es bueno.

Desde entonces no aguanto ni cinco minutos.
Cuando no me encuentro bien, descanso, cambio la alimentación y si eso solo no funciona, me tomo una pastilla o llamo al médico.
Poco más o menos, ya sé de qué pie cojeo.

También soy consciente de la importancia que tienen los ambientes negativos, las discusiones y los enfados, por lo que me cuido muy mucho de llevar una vida tranquila, a la que le he cogido el gusto y ya no me aburro sino todo lo contrario.
Prefiero estar en casa que hacer planes.

He pasado por tantas fases diferentes a lo largo de mi vida que la de ahora, que es la del sosiego, la aprecio como no había valorado ninguna de las otras, en las que todo era movimiento.

Hoy es jueves y no tengo dentista, ni ortopedia, ni Pilates.
Vacación.

Me hace feliz la idea de no tener nada que hacer excepto lo que me apetezca, que será estar delante del ordenador y regar las plantas.









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