viernes, 9 de junio de 2017

TRESCIENTOS CUATRO







Me pregunto cómo sería el mundo, si en vez de mantener ocultos nuestros más recónditos pensamientos, los manifestáramos como hacemos con las mentiras que consideramos nos hacen parecer correctos.
A mi me gustaría sentirme libre para expresarme con libertad, pero no me atrevo.
Sé que podría perjudicarme.
Supongo que eso les pasará a otras personas y en definitiva, vivimos en un mundo de hipócritas.
Lo aceptamos, formamos parte de él y luego nos quejamos, como si estuviéramos libres de culpa.
Los diaristas hablamos en primera persona y eso lo hace más difícil todavía.
En la literatura de ficción, es más fácil poner comportamientos inusuales en personajes que nos son ajenos.
Mas no nos engañemos, ya lo dijo muy claro Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares:

Nadie crece siendo inocente.

Yo empecé escribiendo textos cortos y relatos.
Enseguida pasé a las novelas.
Publiqué dos pero no me quedé satisfecha, así que empecé con el diarismo y me satisface.
Solamente echo en falta cierta valentía para expresarme sin ocultar mis intenciones que las pongo a buen recaudo.
Me considero incapaz de confesar las profundidades de mis apetitos, las ideas, a veces maquiavélicas, que se me pasan por el magín.
Aún así, prefiero hablar de mí en primera persona, porque aunque no llegue a expresarme en total libertad, por lo menos me expreso y eso me hace bien y me ayuda a conocerme.

Desde que escribo el diario he aprendido a observarme y he notado una mejoría grande en mi carácter.
Antes, hace años, no recuerdo cuántos, tenía mucha rabia dentro de mí, estaba furiosa.
Lo disimulaba y a veces no le hacía caso pero cuando algo me contrariaba me alteraba, echaba la culpa al mundo, a la gente, a todo, excepto a mí misma.
Ahora me he suavizado.
Lo más importante es que he aprendido que yo soy la única responsable de mi humor, así que me lo trabajo para no crearme dificultades.
Lo de fuera sigue siendo parecido, pero yo he cambiado, me hago cargo de mi bienestar.

He hecho terapias, he leído libros, he visto videos, he escuchado conferencias y poco a poco, dando pequeños pasos he avanzado.
A veces me descuido y parece que voy hacía atrás y enseguida me doy cuenta y vuelvo a la senda correcta, en la que trato de crecer, madurar y ser consciente de mi vida.

He de confesar que haber estado enferma y haber sentido el malestar durante un largo periodo de tiempo, me ha enseñado a apreciar la vida y a disfrutar de cada momento en que me encuentro bien.

Ya no necesito grandes cosas para ser feliz, al contrario, lo más sencillo es lo que más me satisface.




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