martes, 8 de noviembre de 2016

NOVENTA Y TRES







Tan intenso resultó el día de ayer que no escribí, lo cual es algo inverosímil para mi ya que es lo primero que hago después de desayunar.

¡Ay amigo! 

Pero si por casualidad se trastocan las piezas de mi rompecabezas, todo pierde su orden y tan acostumbrada estoy a vivir en un automático que con tanto esfuerzo he ido forjando a lo largo de los últimos años, que llegada la noche me pregunté:

¿Como puede ser que no haya escrito mi diario?
¿Lo escribo ahora?

Y me contesto:

No, no es obligatorio.
Tranquila, duerme y mañana será otro día.


Así que hoy me encuentro con sensación de que tengo más material del habitual o tal vez más denso.

Lo más significativo que me ha sucedido desde un punto de vista personal, es que a través de la escritura voy ordenando mi pasado.
Al escribir sobre el presente, me vienen a la cabeza situaciones del pasado relacionadas con lo que escribo, en general concernientes a las emociones.
Así, poco a poco y casi sin notarlo, constato que voy ordenando una vida alborotada a la que todavía no le he extraído todo el jugo.
Quiero, deseo, necesito saber.
Encontrar el sentido.

Empecé a escribir con entusiasmo, porque siempre me ha gustado hacerlo a pesar de que no lo había tomado en serio y han pasado casi tres años desde que empecé a ir a la clase de escritura y mi frenesí crece y se fortalece, abarcando campos nuevos que me incitan a seguir indagando.

Es como si a través de los fragmentos de mi diario, fuera ordenando algunas épocas de mi vida que estaban relegadas en el olvido y escribiendo vienen a mi como si quisieran traerme algo que tengo que revisar, tienen un recado para mi que me pude interesar.

No voy hacía atrás de una manera cronológica, sino más bien familiar.

Parece como que antes de pensar en otras relaciones debiera poner orden y concierto en lo concerniente a la familia.


¡Ahí es nada!






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