domingo, 13 de noviembre de 2016

NOVENTA Y OCHO








Nada hay más placentero que vivir en el aquí y ahora.
Alguien me contó que se llama el presente, porque es el regalo de Dios.
Y así lo comprendí.

Me siento dichosa cuando toda mi atención se concentra en ese presente continuo.
Miro el significado en el diccionario:

El presente continuo se utiliza para hablar de acciones que ocurren en el momento de hablar.
Se forma con el presente del indicativo del verbo ESTAR más el gerundio.



El profesor de escritura nos sugirió que escribiéramos un texto para contar lo que nos gusta de los domingos y viceversa.

Lo que me encanta de los domingos es que tengo la sensación de que puedo permitirme quedarme más tiempo en la cama, hacer lo que en Francia llaman la grasse matinée, que no significa otra cosa que levantarme más tarde de lo habitual.

También me gusta saber que no voy a recibir llamadas relacionadas con asuntos que no me divierten.
Y sobretodo, me chifla la idea de que tengo por delante todo el tiempo del día para utilizarlo a mi antojo y sin testigos.

No siempre me han gustado los domingos.
En algunas épocas de mi vida me había creado algunas obligaciones familiares que me incomodaban.
Aquello ya pasó.

Ahora ni siquiera me acuerdo.

Tendría que hablar de lo que no me gusta de los domingos, lo cual resultaría insulso porque está relacionado con lo que me gusta y es que si de repente me apeteciera ir a Artea para hacer un recado sé que no puedo porque está cerrado, o sea que caería en la contradicción y no tengo intención de hacerlo.

Resumiendo, en mi caso concreto, disfruto de los domingos, que me sirven para descansar y hacer lo que me da la gana.



A mi exmarido no le gustaban los domingos, le parecían tristes.
Me costaba entenderlo.
Solíamos ir a tomar el aperitivo a Tamarises, luego a comer a casa de su madre y por la tarde al cine.
La sensación de que todos los domingos fuesen iguales no me hacía gracia, mas lo acataba con la sumisión que me caracterizaba.
Poco a poco dejé que me fuera saliendo el genio que tan bien me habían enseñado a controlar.


Es obvio que mi naturaleza no es la de una mujer sumisa.







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