miércoles, 23 de noviembre de 2016

CIENTO CINCO








Tengo la sensación de que Beatriz trabaja demasiado.
Es tan disciplinada que a veces considero que se esfuerza más de la cuenta y la veo con una carita de cansada que no me gusta.
Se lo comento y dice que no, que trabaja lo normal.
Discutir con ella no llevaría a ningún lado porque nació con una voluntad de hierro y no ha hecho más que desarrollarla.
Cuando era pequeña ponía el despertador a las cuatro de la madrugada para estudiar y yo le decía:

Beatriz por favor, no estudies tanto.

Y no me hacía caso, seguía estudiando.
Parecía que le gustaba estudiar.
Hasta tal punto estudió, que eligió una carrera bastante difícil, Matemáticas para estadísticas y la hizo en California, o sea, en inglés, mas difícil todavía y terminó magna cum laude.
Sus profesores vieron que tenía tanta facilidad para los números que le insistieron para que siguiera en ese campo, pero en cuanto terminó la carrera, le dejó de interesar y ahora es profesora de golf en la escuela de Celles, Derio, y está feliz.

Nunca he necesitado apoyar a mis hijos en sus estudios o trabajos, siempre han hecho lo que han querido.
Al pequeño, que estudió BBAA en Londres, a pesar de que está en un campo que se supone que conozco, él está tan avanzado en el arte contemporáneo que por mucho que lo intente, nunca llego a alcanzarle, lo que no impide que tengamos un entendimiento cercano.




Hace unos días se me acercó Jaime.
Quería contarme algo especial.
Me dijo que hasta hace unos meses siempre había creído que éramos una familia anormal.
No obstante, empezó a fijarse en los demás y se dio cuenta de que había hijos enfadados con sus padres, hermanos que no se hablaban y relaciones familiares tensas, mientras que en nuestra casa vivíamos tranquilos.
Se sentía agradecido.

Es verdad que les he educado en libertad pensando que cuando tuvieran que responsabilizarse de algo importante, sabrían hacerlo.
Me equivoqué.
Estando yo con la pierna y la clavícula rotas, inmovilizada y con mucho dolor, no fuero ellos quienes se ocuparon de mi, sino mi hermano Gabriel, que a pesar de tener diez hijos y muchos nietos, se daba cuenta de que mi situación era insostenible y me ayudó.





No hay comentarios:

Publicar un comentario