sábado, 26 de noviembre de 2016

CIENTO OCHO







Ayer empecé a ver la serie sobre la reina de Inglaterra y me mantuvo hipnotizada.
Ha llegado un momento en el que las series están tan bien hechas y se puede aprender tanto, que casi apetecen más que las películas.




Ha muerto Fidel Castro.
Descanse en paz.




Hace años me traté con Cecilia, una mujer argentina que vivía en Algorta y hacía una terapia que en inglés se llama rebirthing y más o menos consiste en recordar vidas antiguas para comprender la actual.
Cecilia sabía mucho y me ayudó a entender y aceptar algunas cosas que me resultaban extrañas, sobre mi propia vida y mi familia.
Tal vez lo que más recuerdo es que en una ocasión me preguntó a ver en qué tipo de ambiente me gustaría vivir.
Y le expliqué como pude, que para mi era importante que el nivel cultural fuera alto, que no se diera importancia a los asuntos superficiales y algo más, que ella interpretó y llegó a la conclusión de que yo sería feliz en Cuba.
Se me quedó grabado y sin embargo todavía no he tenido la ocasión de ir allí, a pesar de que es un lugar que siempre me ha atraído y mucho más desde que Cecilia me lo dijo.

En una ocasión en que fui a una conferencia de Prem Rawat, una amiga cubana que vive en Miami me invitó a pasar unos días en su casa, que estaba en La pequeña Habana y pude comprobar que los cubanos son muy cultos y amigos de la conversación.
La comida era muy buena.


La mujer cubana no tiene reparos en estar rellena, ella enseña sus brazos y sus piernas, solo quiere sentirse cómoda y vivir con alegría.


Respecto a la medicina, a la mamá (sic) de mi íntimo amigo venezolano Manuel Vicente, cuando tuvo depresión la llevaron a Cuba y en unos meses volvió como nueva.

Él mismo me contó que de joven había tenido la ocasión de asistir a un discurso de Fidel que duró cuatro horas y le resultó tan interesante, no se aburrió ni un segundo.


Me alegro de que haya muerto Fidel.
Siempre me alegro de que se mueran las personas mayores que están enfermas y deterioradas.
Fui testigo de la larga agonía de mi madre.
Estaba tan cansada de vivir y lo estaba pasando tan mal que cuando me acercaba a ella y le preguntaba:

¿Qué quieres mamá?

Contestaba, haciendo un gran esfuerzo para hablar:

Morirme.









No hay comentarios:

Publicar un comentario