domingo, 6 de noviembre de 2016

NOVENTA Y DOS








Por fin ya puedo entrar en FB.
La verdad es que me había resignado a dedicarme a otros asuntos, sobre todo al del orden, pero ayer, hablando por teléfono con María Seco que es una bruja en asuntos de internet, se empeñó en conseguir que me dejaran conectarme y lo logró.
Le di las gracias con entusiasmo.
Yo le había puesto al día sobre mis esfuerzos en el asunto del orden y que a pesar de lo que me cuesta, poco a poco iba consiguiendo deshacerme de mucha ropa, de hecho se la ofrecí porque realmente esta vez he sido capaz de deshacerme de cosas buenas y más tarde, me llamó para darme las gracias ella a mi, porque le había inspirado para ordenar su ropa y ya se había desprendido de la mitad de su armario.

¡Cuanto cuesta deshacerse de las cosas!



Hoy, antes de que Jaime saliera de casa, le he preguntado a ver si había seguido con el orden y me ha dicho que si.


¿Has retirado algo?

No, todavía no.

Pues no es por nada, pero eso es lo primero que hay que hacer y lo más importante.

Ya, pero es que estaba buscando una cosa concreta y mientras rebuscaba he encontrado algo que me interesaba.

Te entiendo.


Una conversación tan rápida, que ni siquiera he tenido tiempo para decirle que se supone que María Seco vendrá a buscar toda la ropa que retiremos y se va a encargar de llevarla a un sitio de Bilbao, en el que ayudan a la gente a través de la venta de ropa usada.



La serie “El joven Papa” me parece tan buena, tan buena, tan buena que podría derretirme de gusto no solo cuando la estoy viendo, sino también cuando la recuerdo.
Han alcanzado tal altura en la estética del vestuario, los actores, la decoración, las intrigas, las maldades, las bondades, los jardines, las emociones, los primeros planos, los planos lejanos, las sonrisas y todo lo demás, que de momento puedo afirmar sin temor a equivocarme, que es la mejor serie que he visto en toda mi vida.


Hoy es domingo.
Me encantan los domingos.
Esa sensación de que tengo todo el día por delante, sabiendo que puedo hacer lo que me dé la gana sin que nadie me moleste, me complace en extremo.






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