lunes, 16 de octubre de 2023

CINCO MIL VEINTICINCO

 




Tengo tantas ganas de comer algo caliente que sería capaz de cocinar, me tendré que conformar con algo que ya esté hecho, no lo tengo fácil porque no tengo fuerza para abrir latas o frascos.

Por lo demás estoy encantada, Carlos me ha llevado a Urduliz y me va a seguir llevando a las curas, su precio es muy razonable y me tranquiliza porque Edwin, el chófer colombiano me resultaba carísimo, exageradamente caro y a mi no me sobra el dinero.

Me ha sentado muy bien ir a Urduliz, he llegado a casa muy contenta, me encontraba tan bien que me daban ganas de comer fuera y eso significa que empiezo a estar fuerte.

Estoy mucho mejor, me ha dicho la enfermera que es el paso del tiempo lo que noto, voy muy bien, antes tenía poder de recuperación, temía haberlo perdido pero no, sigue conmigo.

Me voy acostumbrando a la nueva vida, la tomo con calma.

Mi enfermera Olaia, que es un ángel, hoy estaba un poco nerviosa porque al chico que ha pasado antes que yo, no ha podido quitarle la escayola de la pierna, estaba mojada y el aparato que rompe el yeso no funcionaba, es difícil no ducharse pero más difícil todavía es que no entre el agua, lo sé por experiencia.

Cada día siento más admiración por las enfermeras, voy conociendo a muchas y todas trabajan con interés, algunas se ponen nerviosas conmigo porque tengo pocas venas pero la mayoría son vocacionales y se nota.

Me ha impresionado mucho el chico que ha aparecido electrocutado en la estación de Sevilla, pienso en sus padres, es muy difícil superar la muerte de un hijo, todos lo sabemos.






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