Lo que publiqué antes de ayer respecto a la muerte de mi hermano Carlos ha tenido mucha repercusión.
Sucedió hace muchos años y además en aquella época nosotros vivíamos en Bilbao y pasábamos los veranos en Santurce, por lo que a pesar de que nos relacionábamos con gente de Getxo, es fácil que la siguiente generación a la mía no haya oido hablar de lo que pasó, no obstante he recibido muchos mails de personas impresionadas que me han llegado al alma y me han hecho seguir pensando en el tema y recordar algo que me contó mi madre que me pareció de una grandeza extraordinaria.
Un día que estábamos hablando de ese tema me contó que cuando estaban en el hospital y confirmaron la muerte de mi hermano, lo primero que hizo mi madre fue darle un abrazo a la tía Mercedes, madre de Isín y hermana de mi padre y le dijo:
Mercedes, no des más vueltas a este tema, podía haber sucedido lo mismo al revés.
Me pareció precioso, no solo por verdadero sino porque demuestra que mi madre lo aceptó tal y como había sido.
Supongo que a Isín le costaría superarlo, yo no le veía mucho en aquella época, solo de vez en cuando en casa de mi abuelo, pero en esas edades cinco años de diferencia son muchos años y a mí pronto me mandaron interna a Madrid y luego a Burdeos y cuando volví con diecisiete años, conocí a Carlos Artiach que era amigo de Isín y en seguida me casé.
También recuerdo que cuando murió mi hijo Carlos yo estaba destrozada y con ganas de tranquilidad, le dije a mi marido que no podía soportar tener la casa llena de gente, no tenía fuerza, agradecía todo el cariño que me demostraban mis familiares y amigos pero necesitaba soledad, solo me apetecía estar con los dos hijos que me quedaban, entonces Isín nos dejó su furgoneta y nos fuimos a Marruecos, resultó muy beneficioso, era un mundo tan ajeno al que habíamos vivido en Las Arenas la última semana, que me tranquilizó y me ayudó a meterme en mi interior, creo que era exactamente lo que necesitaba.
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