sábado, 16 de octubre de 2021

CUATRO MIL CUATROCIENTOS DIEZ Y OCHO

 





Creo que debo contar la historia del tumor que tengo en las encías, a veces me ronda por el cabeza y no sé si es mejor olvidarlo, mejor lo cuento y por lo menos sigo sabiendo que mi intuición no me engaña y que soy bruja, me interesa confirmarlo.

Bien, todo empezó hace tiempo, mucho antes de la leucemia, me habían terminado de hacer los implantes en una clínica odontológica de Algorta que me gustaba, sobre todo el dueño que era el que se ocupaba de los implantes.

Todo iba bien hasta que un día mi osteópata me hizo un tratamiento en la mandíbula y comprobó que la última muela de la parte derecha no coincidía con la de arriba, me lo comentó y me dijo que era mejor que me pusieran otro implante abajo para que encajaran ambos lados, lo comenté con el dentista y no le dimos más vueltas.

No obstante, al cabo de un tiempo, cuando ya casi había olvidado esa conversación, el dentista me dijo que iba a probar si tenía posibilidades de ponerme ese implante, me hicieron las radiografías necesarias y decidió que me lo iba a poner.

Cuando ya estaba puesto lo que llaman implante que es solo el hierro que meten dentro de la encía, me ingresaron con leucemia y después llegó el tratamiento de quimioterapia por lo que me prohibieron ir al dentista hasta que terminara el proceso.

Al acabar la quimioterapia empezó el confinamiento y seguí sin hacer nada, hasta que por fin todo empezó a funcionar otra vez y un dentista de la clínica de quien me acuerdo perfectamente porque no me gustó cómo me trataba, ya me había a acostumbrado al implantólogo que tenía los dedos muy finos, me puso lo que llaman la corona que hasta entonces yo llamaba muela.

Pronto empecé a notar un bulto y llamé a la clínica para que me lo mirara otra persona que no fuera el mismo sino un periodoncista, yo estaba segura de que el bulto tenía relación con el trasplante o la corona.

Tuve que discutir bastante ya que la persona con la que hablé estaba empeñada en que me viera el mismo dentista que no me había gustado, me resultó desagradable, pero al final se puso al teléfono una persona más sensata y amable y me dio una cita con el dentista adecuado, es decir, un periodoncista, el cual me hizo una limpieza de encías con mucha anestesia por lo que no me hizo daño.

Pasaron los días pero el bulto seguía creciendo y llegó el mes de agosto, todos se iban de vacaciones, el periodoncista me hizo una receta de antibióticos muy fuertes que me destrozó el cuerpo, sin embargo no paró el crecimiento del bulto, por lo que en cuanto llegó el mes de septiembre acudí al dentista con la esperanza de que solucionaran el problema.

Lo primero que me dijo el periodoncista cuando me vio fue que ese trasplante no me lo habían puesto en esa clínica, lo cual era mentira, no es que yo me fíe mucho de mi cabeza ya que la quimioterapia había hecho estragos en mi memoria pero me acordaba perfectamente de la conversación que había mantenido con el dentista que me había puesto el trasplante y además había seguido de cerca todo el tejemaneje del asunto.

No discutí mucho porque ya lo único que quería a toda costa es que me quitasen ese bulto que aunque casi no me dolía, lo notaba hasta en el oido.

Debido al tamaño del bulto el periodoncista y el que me había puesto el trasplante hablaron entre si y me concertaron una cita con el doctor Aguirre que según ellos era el mejor de Bilbao en su especialidad.

Gracias a Dios me entendí muy bien con el doctor Aguirre, me hicieron una biopsia bajo su requerimiento que él mismo estudió en la universidad y me llamó por teléfono para decirme que era un tumor benigno, lo cual me tranquilizó, ya que el periodoncista que es muy joven estaba muy nervioso cuando me dijo que tenía era un tumor que podía ser maligno o benigno, por eso el doctor Aguirre me llamó inmediatamente sabiendo que me iba a dar una buena noticia.

Dado que a mí me estaban llevando los controles de la leucemia en Cruces, el doctor Aguirre me recomendó que acudiera a mi hematólogo para que hiciera las gestiones pertinentes en Cruces e incluso escribió una carta en la que explicaba mi caso.

En el momento en que me puse en manos del equipo maxilofacial de Cruces todo empezó a marchar sobre ruedas, ya solo me falta que me digan qué día me van a operar y qué tipo de anestesia van a utilizar.





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