Para un alma sensible, una película puede cambiar el estado de ánimo sin hacer esfuerzo, eso me pasó ayer cuando vi el hermoso corto de Pedro Almodóvar "La voz humana" protagonizada por Tilda Swinton con música de Alberto Iglesias, basada en un monólogo de Cocteau escrito en 1930.
Yo estaba más bien decaída, sin ganas de hacer nada, el tiempo era desagradable, viento y muy nublado, no obstante en el momento en que terminó la película me sentí animada, me arreglé, salí y me divertí.
La verdad es que casi todo me afecta en mayor o menor medida, recordé que hace unos días leí el último Vanity Fair, revista digital que recibo sin haberla pedido, a veces me entretiene y ese día no solo no me entretuvo sino que me produjo náuseas, no pude comprender tanta frivolidad tal y como se encuentra el planeta en estos momentos.
Tengo dificultad para encontrar películas que eleven mi espíritu, la distopía abunda y yo necesito la utopía más que Tomás Moro, aunque no exactamente en el sentido estricto sino más bien en el que ha ido adquiriendo a lo largo del tiempo por el uso que hemos adoptado el lenguaje común.
Cada día me interesan más los documentales sobre todo si están bien hechos y si el tema es de mi agrado, las biografías me encantan sobre todo las de mujeres, el mundo de los hombres está lejos de mis aficiones, me cuesta sentirme identificada con los deportes, los coches, las motos, las tabernas, los negocios, agradezco que las mujeres hayamos empezado a formar parte del mundo que está fuera del hogar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario