lunes, 30 de noviembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO OCHENTA Y TRES

 





Ayer publicó mi hijo Jaime en un chat familiar, unas fotos actuales en las que está haciendo Skate por Ereaga y me sorprendió, porque a pesar de que a menudo me suele decir que va a patinar, o que ha estado patinando, yo le imaginaba con patines de los antiguos, de los que se pone uno en cada pie.
A veces mi cabeza se queda estancada, cambia el significado de las palabras y me siento fuera de lugar, mirando al diccionario cada vez que algo no corresponde a lo que yo pensaba.
Dando vueltas al tema de Jaime, he estado reflexionando en plan filosófico, sobre los arquetipos y sus significados
Creo que la razón de que haya personas que no se adaptan a lo que se espera de ellos, es porque son libres por naturaleza y se salen de los caminos que ya están marcados.
Recuerdo que María Seco, una amiga artista a quien considero muy moderna, me comentó hace tiempo que tal vez Jaime tuviera complejo de Peter Pan, lo cual me sorprendió sobremanera, porque siempre ha sabido lo que quería desde que era pequeño y sigue siendo coherente con sus ideas, nunca he pensado que tuviera algo de infantil en su comportamiento.
Es simplemente realista, se conoce, no quiere responsabilidades y actúa en consecuencia. 
Cuando le he necesitado ha estado al pie del cañón, es generoso, me hace favores y conversa conmigo.
Ya me hubiera gustado a mí tener las cosas tan claras como las tenía él, habría hecho menos disparates en mi vida.
Jaime supo la importancia de ganar su propio dinero y se puso a trabajar muy joven, tal vez con once años, no me acuerdo bien, vivíamos en Las Arenas y ayudaba a un lechero a repartir la leche.
Un día me dijo que el lechero quería hablar conmigo y no me sorprendió, así que le recibí tranquilamente en el salón, pensando que me comentaría algo relacionado con Jaime.
En aquella época estaba separada y tenía tres hijos, Beatriz, Jaime y Mattin, que era un bebé.
Apareció el lechero, le invité a sentarse y sin demasiados prolegómenos, me propuso un trato que consistía en que si yo le otorgaba mis favores de mujer, él, a cambio, me ayudaría económicamente.
Me pilló tan desprevenida que ni siquiera recuerdo cómo salí airosa de la entrevista, lo conseguí a pesar de que el interior de mi cabeza se puso a revolotear, como los números de la lotería de navidad en el bombo metálico.
Mis pensamientos iban de aquí para allá, no podía creer lo que estaba sucediendo, todavía era joven, nunca me había visto en una situación tan comprometida, salí como pude y no volví a ver a semejante caradura, creo que Jaime tampoco.
 






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