Inducida por mis hijos, he visto ya seis capítulos de la serie Patria y no sería verdad si dijera que estoy disfrutando, a pesar de que reconozco que está bien hecha y se acerca bastante más a la realidad que el libro de Fernando Aramburu, no pude soportarlo.
Mi problema con Patria es que me produce desasosiego, me incomoda rememorar aquellos tiempos de sufrimiento que viví tan cerca sin tomar partido, ya que no estoy interesada en la independencia, ni en la disputa ni en todo el horror y la violencia, que no me quedó más remedio que presenciar.
Detesto la violencia y más todavía las armas, no olvidemos que he perdido dos hermanos a tiros y cada vez que veo una pistola mi alma se encoge, lo único que deseo es perdonar y que reine la paz.
Me siento vasca porque he nacido en Bilbao y he vivido la mayor parte de mi vida aquí, a pesar de no hablar Euskera, es mi cultura, no puedo negarlo, tampoco distingo muy bien la parte folklórica de la histórica.
Intenté aprender Euskera, me parecía importante, pero después de un año con dos horas de clase diaria, me di cuenta, no solo de que es muy difícil sino de que en el mundo en el que yo me muevo nadie habla Euskera, así que preferí dedicar mi esfuerzo al inglés, me resulta más práctico.
Por otro lado no me siento patriota de ningún lugar, ni vasca ni española, me considero un ser humano capaz de adaptarme a la circunstancia que la vida me proponga.
Estoy decidida a terminar de ver Patria, solo me quedan dos capítulos, haré el esfuerzo, no obstante he visto demasiado sufrimiento en torno al ETA y no quiero más.
Conozco a Julen Madariaga, fundador de ETA militar, a quien invité a dar una conferencia, igual que a todos los representantes de los partidos políticos de aquella época, hace ya muchos años y gracias a él pude comprender cómo se desarrolló una idea que en principio parecía bastante romántica, pero nada me apetece menos que seguir ahondando en ese período de mi vida.
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