viernes, 15 de diciembre de 2017

MIL OCHENTA Y SEIS








A pesar de tener en casa a Jose Ignacio que es amigo_carpintero-electricista y un experto en la distribución del espacio, he decidido que no tengo motivos para alterar mi costumbre de escribir por la mañana.
Cada uno a lo suyo.

Uno de los asuntos en los que se insistían en proyecto Hombre, es en que no nos afectara lo que ocurriera a nuestro alrededor.
Cada uno se concentra en su trabajo y no hay más que hablar.
Yo, por lo menos, lo intento.


He pasado dos días estupendos en Madrid.
El doctor Álvarez de Mon me ha encontrado tan bien, que me ha dado cita para el mes de junio.
Buena señal.

Por lo demás, conocí a dos mujeres muy interesantes, cada una en su terreno y cuando entré en la librería La Forja, con la idea de comprar un libro de Margaret Atwood, me invitaron a una presentación de una revista de Letras.
No entendí mucho, pero me senté y descansé.

Ayer por fin fui al Reina para ver la exposición de William Kentridge y disfruté de lo lindo.
Ya me había preparado y sabía de antemano que me iba a despertar, porque Tere Barrie me la había recomendado con mucho entusiasmo.
No se quedó corta.
No tengo información sobre los Artistas sudafricanos y me pareció que podría tener cierta relación con los sudamericanos.

En el Guggenheim de Bilbao hace tiempo vi una interesante exposición de artistas africanos pero no eran del sur.
Aquella vez comprendí que tienen un estilo peculiar que caracteriza a loas artistas africanos, por lo menos, esa es la sensación que tuve.
Me emocionan los artistas que son capaces de trabajar en campos diferentes.
El Reina es un museo extraordinario, al nivel de los mejores del mundo.
Además de que las exposiciones temporales siempre son interesantes y diferentes entre si, están bien montadas y el trato es exquisito.
Antes me dejaban una silla de ruedas para que me pasease tranquilamente.
Ahora voy con la muleta, lo prefiero.
Creo que las sillas de ruedas con motor serán una gozada pero las otras son agotadoras.

Hice las comidas en la Biótica, que es la meca de la macrobiótica.
Creo que si viviera en Madrid, iría allí muy a menudo.
No solo se come opíparamente y todo es ecológico, sino que al lado está la tienda en la que se pueden comprar manjares que solo allí se pueden encontrar.

Sin lugar a dudas donde mejor me encuentro cuando estoy en Madrid, es en el barrio de las Letras.


Así que tras un viaje estupendo en el autobús Premium que me deja en Getxo, a las diez de la noche ya estaba en mi casita, contenta y dispuesta a ver los videos que había hecho en Madrid.







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