martes, 12 de diciembre de 2017

MIL OCHENTA Y CINCO









No tengo intención de darme prisa para nada.
Quiero vivir en la quietud.
Acepto que todo vaya a la velocidad del rayo, pero yo me quedo calmada.
Desde que volví de Barcelona, me he tomado la vida con sosiego, he estado más bien parada y la vida ha seguido sin mi.
Solo soy necesaria para mi.
Creo que tengo varios ángeles de la guarda y mientras me dedico a lo disfrutar de mis asuntos internos, ellos hacen que todo siga su curso con alegría.

En vista de que no me da la gana de cocinar, llevaba una temporada comiendo sin fuste, lo cual va aumentando y aunque tengo la suerte de que mi estómago admite casi todo lo que le meto, yo sé que se puede comer bien sin cocinar.

Mi nueva forma de alimentación sana, sin cocinar, es la siguiente:

Cereales integrales (se hacen solos y me duran tres o cuatro días)
Legumbres
Verduras en tarro de cristal
Fruta
Algas
Té de tres años.
Sal marina
Mugi Miso
Gomasio  (lo hago yo misma y me dura una semana)
Galletas de arroz
Tamari
Frutos secos
Dátiles, semillas, aceitunas
Castañas

De vez en cuando, pescado, huevos,
pollo y vino (sobre todo si como fuera)

Todo ecológico.


Esta es mi nueva forma de vivir.
Macrobiótica moderna adecuada a mi estilo de vida.

Creo que no me olvido de nada.
Solo llevo un par de días comiendo así y ya me encuentro mejor.
Ayer cené quinoa con guisantes y además de que estaban buenísimos, me quedé satisfecha.

Cuando comía con desorden, a veces me levantaba a la una de la madrugada y me tomaba una lata de atún.
Ahora duermo plácidamente, satisfecha y la conciencia tranquila.

Berta, mi profesora de Pilates, me preguntó:

¿Ya has empezado a comer turrón?

Si, ya me he comido varios de Jijona que son los que más me gustan.
En cuanto empiezo uno, me lo termino.

Se quedó de piedra.
No se lo podía creer.

Yo sería incapaz de hacer eso, mi conciencia no me lo permitiría.


A mi no se me ocurría pensar en la conciencia cuando lo hacía, no veo la relación, pero comprendo que soy un poco exagerada, porque hasta Beatriz que me conoce desde que nació y no se suele asustar de mis desmanes, le sorprendió que al llegar a casa con la idea de tomar un poco del turrón que había visto al mediodía, no quedara ni rastro del manjar.

La mayoría de las personas con las que me relaciono son bastante extremados (así llaman en Barcelona a las personas excesivas) por lo que se quedan impávidas ante algunas de mis reacciones.

Carlos, mi exmarido también era desmesurado, por eso nos entendíamos en lo fundamental, aunque luego el asunto se deterioró.

Mi madre que me conocía bien, solía dar en el clavo con sus comentarios.
Era incapaz de no decirme lo que pensaba, aunque supiera que no le iba a hacer demasiado caso.
Cuando expuse por primera vez en Madrid, en aquella galería que me ponían una alfombra roja y vendían mis cuadros incluso antes de la inauguración, me llamó por teléfono para animarme y de paso, me dijo:

Blanca, no te extralimites en tus extravagancias.








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