domingo, 31 de enero de 2016

Capítulo 44_Rafaela Zunzunegui











La mayoría de las webs que le encargaban a Mónica, no necesitaban entrevistas personales.
Lo hacían todo a través de internet.
Sin embargo, cuando le llamó la secretaria de Rafaela Zunzunegui para concertar una entrevista con su jefa, no pudo negarse a recibirla, ya que Rafaela había sido su compañera de pupitre en Santa Isabel, cuando ambas estaban internas en Madrid y se hicieron grandes amigas, hasta tal punto que durante el verano, pasaban algunos días en sus respectivas casas.
Rafaela Zunzunegui era de San Sebastián.
Desde muy joven mostró pasión por la escritura y sin haber conseguido sobresalir demasiado, tenía cierto nombre entre un determinado número de lectores y era respetada entre los autores.
Durante mucho tiempo se había negado a utilizar las redes sociales para darse a conocer, pero llegó un momento en que no le había quedado más remedio que ceder a la evidencia de que hoy en día, es imprescindible el uso de internet para todo.
Alguien de San Sebastián le comentó que su amiga Mónica Menchacatorre, con quien había perdido la conexión, era una experta en webs, e inmediatamente pensó que nadie mejor que ella para que le haga su web, con el aliciente añadido de verse y ponerse al día con sus vidas.
No le importaba tener que ir a Bilbao, ya que además, tenía ganas de ver la última expo del Guggenheim.
Mónica se alegró y quiso citarle en su estudio un lunes por la mañana, pero no pudo ser porque el museo cierra los lunes, así que quedaron para el martes.
La web se presentaba fácil, ya que solo necesitaba textos y portadas de los libros que se habían publicado.

Rafaela llegó a la hora convenida acompañada de su secretaria.
Mónica recordaba a Rafaela como una niña tímida, reservada, con unos ojos azules que expresaban asombro, sensible, callada, introvertida y cariñosa cuando se encontraba en confianza.
Sin embargo, la persona que entró en su estudio era una mujer poderosa, segura de si misma, moderna, simpática y sabiendo perfectamente lo que quería.
Le presentó a su secretaria, Jimena Mendía y le dio a entender que su último libro había tenido tanto éxito cuando lo publicaron traducido al italiano, que ella sola era incapaz de tratar con las editoriales que pretendían traducirlo a otros idiomas y comercializarlo a lo grande.
No es que Jimena fuera una secretaria al uso.
Era una chica que adoraba la literatura y para ella, era un placer ayudar a Rafaela y al mismo tiempo aprender como funciona ese mundo.
Rafaela quería dedicarse solo a escribir.

Mantuvieron una conversación sobre webs y Mónica le enseñó las ideas que tenía y algunas webs de escritores hechas por ella y otras diseñadas por otros.
La diferencia era abismal.
No es que las webs de los demás no fueran buenas desde un punto de vista técnico, pero la creatividad que demostraban las webs de Mónica, la síntesis, el orden y sobre todo la claridad, demostraban que Mónica era una gran artista, además de muy profesional.
Rafaela quedó entusiasmada y Jimena también.
Al terminar la conversación, aunque quedaron algunos asuntos pendientes, lo principal ya estaba pergeñado, así que Rafaela propuso ir a comer a algún sitio nuevo de Bilbao para celebrarlo.
No puso en duda que a Mónica se le ocurriría algo.
Mónica recordó que habían abierto un tailandés que tenía muy buena pinta enfrente de Azkuna Zentroa y les preguntó si les gustaba la cocina thai.
Ambas dijeron que si.
Mónica reservó una mesa para tres, aunque a ella le hubiera apetecido comer mano a mano con Rafaela para hablar de asuntos personales, mas notó que Rafaela y Jimena daban por hecho estar juntas.
El restaurante Oishii Thai está en la alameda de Urquijo y nada más entrar se nota una atmósfera muy cuidada. 
La decoración es moderna y agradable.
Excelente comida y buen servicio.
Charlaron de literatura y del éxito que había alcanzado su último libro.
Mónica tuvo la sensación de que la amistad entre Rafaela y Jimena era más íntima que profesional, pero nadie dijo nada y ella no se atrevió a preguntar.
Sabía que Rafaela se había casado muy joven y se había separado, pero desconocía los detalles de su vida.
Total, que lo que hubiera podido ser un bonito encuentro entre dos amigas de la infancia, se convirtió en una entrevista profesional.

Terminada la deliciosa comida thai, Mónica se despidió de las donostiarras para volver a su estudio, mientras ellas se dirigían a Guggenheim tan contentas.


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