lunes, 21 de septiembre de 2015

Experiencia en India












He estado muchas veces en India.
El propósito por el que iba a menudo era asistir a los festivales que organiza Prem Rawat.
Hablo en pasado porque desde que me rompí la pierna no he vuelto.
Al principio solía hospedarme en el Raj Vydia Kendar, que es el ashram de Prem Rawat, pero cuando me familiaricé con la India y comprobé que me encantaba, empecé a pasar temporadas en el ashram de Aurobindo que está más céntrico, ya que me gusta la idea de salir a cenar, ir a los mercados, darme masajes a cuatro manos en la penumbra de los delicados salones de belleza, tomar clases de yoga e investigar todo lo que ofrece una ciudad tan grande y misteriosa como es Delhi.
El ashram de Aurobindo no solo es muy cosmopolita sino que además, por muy poco dinero ofrece una gran calidad de vida.
Una habitación grande con ventilador, terraza y cuarto de baño solo para mi, es todo lo que necesito para ser feliz.
El jardín para pasear es grande y está cuidado.
Los pájaros cantan alegres, nadie diría que se encuentra casi en el centro de una ciudad tan ruidosa.
Enfrente, una parada de elegantes taxistas sijs, siempre a mi disposición.
Cuatro comidas al día en plan vegetariano y atención médica gratuita de varias clases, consiguen que me sienta bien atendida.
Estando en algún lugar que no recuerdo, me picó un mosquito en el ojo y acudí a un médico americano que me venía a mano.
El pobre no sabía qué hacer.
Ponía interés pero no acertaba, le faltaba experiencia.
El ojo cada día estaba más inflamado y la fiebre subía como la espuma.
Acudí al doctor del ashram de Aurobindo y con la mayor naturalidad me dio una pomada, y una medicina.
Me tapó el ojo y me dijo que no lo destapara y que acudiera cada día al dispensario para que su enfermera me hiciera la cura.
Con 42 grados de fiebre y depositando mi confianza en él, obedecí.
Pasé tres días espantosos, pero al final el mal se fue y pude agradecer a la medicina ayurvédica una rápida y completa recuperación.

El tipo de vida que me gusta hacer cuando me quedo en Delhi después de ver a Prem Rawat suele ser tranquilo, a no ser que me encuentre con gente que me incite a hacer planes diferentes, lo cual siempre resulta interesante.
Casi siempre me encontraba tan a gusto, que cambiaba el billete para seguir más días de lo previsto.
Las librerías de Delhi son extraordinarias.
No solo tienen las últimas novedades de libros escritos en inglés sino que en el plano espiritual abarcan mucho más de lo que yo puedo imaginar.
Los hindúes en general son muy evolucionado, respetuosos, cultos y muy buenos anfitriones.
Siempre dispuestos a ayudar y rara vez muestran impaciencia.

En una ocasión me quedé varias semanas, la gente que conocía había desaparecido y yo me dedicaba a gozar de mi soledad.
Tuve una experiencia extraordinaria.
Supongo que el tipo de comida, el ambiente de recogimiento que se respira en el ashram y el hecho de no hablar con nadie, influyeron en llegar a ese estado de consciencia en el que sin buscarlo, de repente, estando tumbada en la cama, tuve una especie de visión que recorría toda mi vida.
Poco a poco los momentos importantes se iban presentando cronológicamente, sintiendo lo mismo que cuando sucedieron y lo que más me impresionó fue que cuando me aburría o hacía algo que no deseaba, me quedaba atascada.
Pero lo más gracioso de la experiencia fue que vi con toda claridad la manera en la que debía solucionar esos momentos de bloqueo.
De una manera que no puedo explicar porque era nueva para mi y no estaba supeditada a lo conocido, sentí con gran claridad que la manera de solucionar esos desagradables momentos era marchándome tranquilamente.

Al salir de esa especie de rapto que se me presentó sin ton ni son, me quedé perpleja, sabiendo que tendría algo que aprender de aquella experiencia tan fuera de lo normal.

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