lunes, 31 de julio de 2023

CUATRO MIL NOVECIENTOS SESENTA Y SIETE

 




Recuerdo los veranos de otros años, antes de que empezara el cambio climático, todo era diferente.

No solo ha cambiado el tiempo, también ha encarecido la vida y la moda se ha vuelto obligatoria.

Los restaurantes tienen más pretensiones, la gente compra coches eléctricos que no hacen ruido, utilizan palabras malsonantes, hay que tener mucha paciencia para adaptarse al estilo de las personas que no tienen demasiada educación.

Instagram hace más daño de lo que debiera, ofrece trabajo para ganar dinero sin hacer nada, adelgazar bebiendo agua de plátano hervido, a veces dudo si debo seguir la corriente de las modas o dedicarme a mis asuntos, en realidad lo que me apetece es escuchar a mi corazón, eso me tranquiliza.

Estoy entusiasmada con mi nieta, es una niña muy consentida y eso me disgusta, no obstante cuando está en su esencia y se comporta con elegancia, es un portento porque tiene mucha inteligencia y talento, además de que habla cuatro idiomas, pero no presume de ello.

Lo que mejor le sienta es ir a la playa y jugar con las olas, lo malo es que a pesar de la crema protectora se pone roja y eso no le gusta, no olvidemos que es sueca y vive en Berlín, difícilmente podrá evitar los efectos del sol.

Le cuesta comprender que para pasar del blanco al moreno tendrá que soportar el rojo como todas las chicas del norte de Europa, incluida su madre que también es sueca, en cambio su padre se puso moreno el primer día y conserva un color precioso, supongo que será verdad que la piel tiene memoria.

Yo todavía no soy capaz de ir a la playa y mucho menos un día de fiesta, no sabía que hoy es fiesta, san Ignacio de Loyola, me ha sorprendido no poder hacer el pedido de la frutería.

No puedo escribir mucho porque he empezado a contar las pequeñas anécdotas cotidianas y me he salido del guión.




No hay comentarios:

Publicar un comentario