viernes, 2 de abril de 2021

CUATRO MIL DOSCIENTOS SESENTA Y NUEVE

 




He visto la película de Giacometti que me ha encantado, sería incapaz de recomendársela a nadie pero para mí ha sido como encontrar la horma de mi zapato, París, ambiente bohemio, conversaciones sobre pintura, Geoffrey Rush que es uno de mis actores favoritos, no sé que más puedo pedir para un viernes santo en pandemia.

Acepto mi actual situación sin quejarme, tanto no poder pintar como no salir de casa, no obstante cada vez que veo una película que trata de pintura o que ordeno las fotos de mis cuadros, cualquier tema que trata de pintura es como si algo dentro de mí se encendiera durante un rato, ardiera y luego se apagara sin dejar rastro, solo el recuerdo del regocijo que me produce ese mundo en el que me siento tan feliz.

A veces tengo la tímida tentación de compararlo con el de la escritura pero es imposible, están en planos diferentes, no se pueden mezclar, cada uno tiene su lugar en el espacio al que tengo acceso. 

Lo único que puedo hacer es dar gracias porque ahora me dedico exactamente a lo que me da la gana y raro es el día en el que no encuentro inspiración para escribir, tanto si viene del cine como de la literatura, el caso es que se despierte en mi ese algo mágico en el que no puedo intervenir, es el terreno de las musas. ellas vienen cuando quieren, ya saben que siempre son bien recibidas. a veces les gusta hacerse desear.

La música también me gusta muchísimo, no obstante no es un mundo al que yo pertenezca, lo intenté y me encanta pero no puedo participar solo puedo disfrutarlo, yo no soy quien para crear mundos sonoros, no tengo talento, estoy en el otro lado de la barrera, el de los que se sientan y escuchan, mientras que en el mundo de la pintura hay une espacio que es para mí, y en el de la escritura también, es más pequeño pero quepo, además sirve tanto para hablar como para escribir, consta de una acción doble y es muy útil.




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