martes, 30 de abril de 2024

SEIS MIL TREINTA Y DOS

 





Sigo investigando cómo se organizaban los grandes escritores para hacerlo bien y llegar a obtener el Nobel, no es que yo aspire a tanto, me conformo con escribir decentemente, sentirme inspirada, ampliar mi vocabulario, no cometer errores ortográficos y poco más, sobre todo y por encima de todo, lo que ocupa un lugar preferente, disfrutar haciéndolo.

Noto que tengo un espíritu crítico respecto al castellano que me hace pasar un mal rato cada vez que escucho la radio y la televisión, soy maniática, me molestan los lugares comunes que usan los periodistas, como por ejemplo "como no podría ser de otra manera" "abrir un melón" "entrar en ese jardín" y así hasta el infinito, sobre todo ahora que los anglicismos están de moda, me vienen bien para practicar mi inglés, aún así no lo encuentro necesario.

Lo que es común en casi todos los grandes, es madrugar y escribir por la mañana, lo cual me recuerda a cuando yo estudiaba Bellas Artes, tenía clase de dibujo de ocho a diez, lo cual me obligaba a levantarme antes del amanecer, nunca me ha gustado madrugar pero lo hacía porque mi interés por la pintura era superior a mis caprichos, así que un día le pregunté al profesor a ver por qué algo tan difícil como es el dibujo, lo ponían tan temprano y me contestó tranquilamente que a esa hora es cuando tenemos la mente más despejada, así que no me quedó más remedio que callarme y aceptarlo.






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