lunes, 31 de agosto de 2015

Pasó algo espantoso











Todo lo que sucede en la vida es por algo.
Nada es casual.
Eso es lo que dicen y yo me lo creo.

Cuando yo tenía once años iba al colegio de la Vera Cruz de Bilbao donde estaba mi tía Pepín, hermana de mi padre, que era monja.
Siempre tenía tías monjas en mis colegios por lo que me solían mimar.
Mi hermano el pequeño también iba a ese colegio.
Un día nos sacaron de la clase a mi hermano y a mi y nos llevaron a un cuarto donde nos esperaba la tía Pepín.
El ambiente era raro, tenso, desconocido para mi.
Había notado que las niñas de mi clase se comportaban de una manera diferente a la habitual.
La tía Pepín siempre era muy cariñosa pero aquel día estaba distinta, como si no supiera como actuar.
Creo que nos dieron alguna golosina.
No lo recuerdo bien pero se notaba una tensión incómoda, además de la sensación de que nos escondían algo.
Al final, la tía Pepín nos contó que mi hermano Carlos había tenido un accidente y que nos iban a llevar a nuestra casa.
Yo sentí algo que no había sentido nunca antes de saber lo que había pasado, algo profundo y muy doloroso.
Intuí algo.
Al llegar a casa el ambiente era muy triste y lo único que sé es que mi madre lloraba, que nadie hablaba, que había mucha gente y que había sucedido algo espantoso.

Mi primo Isín había disparado a mi hermano Carlos jugando con una pistola que estaba en la oficina de mi padre.
Operaron a Carlos pero no consiguieron que viviera.
Carlos tenía diez y seis años.
Yo le quería muchísimo.

Parece ser ,que como mi hermano Carlos era más bien revoltoso y poco estudioso, mi padre le puso un profesor particular, que le daba clase en su oficina.
Este profesor había sido policía y le había enseñado una pistola descargada.
Se supone que Carlos le llevó a mi primo Isín que era de su misma edad, le enseñó la pistola, jugaron con ella y era mentira que no estaba cargada.
A isín se le escapó un tiro que entró en la cabeza de mi hermano.

Todo fue tremendo.
Ni siquiera recuerdo como me enteré porque no se hablaba de ese tema.
A mi me mantenían al margen pero el ambiente de mi casa cambió.
Mi madre que había sido muy alegre, se volvió triste.
Mi padre estaba más cariñoso con ella.
Se iban a Biarritz todos los fines de semana y se notaba que mi padre intentaba distraer a mi madre.

Lo único que sé es que fue la primera vez en mi vida que sentí dolor, un dolor intenso que me duró una larga temporada.
Es una especie de dolor que solo se tiene cuando lo que se siente no tiene arreglo.
Cuando solo el tiempo lo puede curar.
Más tarde mi madre me contaba que, cuando estaban en la clínica por la noche después de la operación y Carlos murió, le dio un abrazo a la tía Mercedes que era la madre de Isín y le dijo:

No te sientas mal, Mercedes.
Podía haber sido al revés.

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