viernes, 28 de agosto de 2015

Así se escribe la historia












Poco antes de terminar Proyecto Hombre organizaron un evento al que invitaron a los medios y a los familiares de los toxicómanos.
Se trataba de dar a conocer en qué consistía todo el tratamiento.
Habían pasado un par de años desde que PH se fundó en Bilbao y ya se podían apreciar los resultados.
El evento consistía en una breve presentación y algunas obritas de teatro.

PH constaba de tres fases bien definidas: 
La primera fase se hacía en plan ambulatorio, viviendo con la familia y con vigilancia constante.
Es una fase dura porque el cambio es muy radical.
Se llama "Acogida" y además de los grupos terapéuticos se hace bastante teatro.
La segunda fase consiste en una terapia muy fuerte en un internado en el campo.
No recuerdo el nombre.
Los que llegan hasta aquí ya están preparados para trabajar con una disciplina férrea y así enderezar lo que llamaban “el árbol caído”.
Cuando se ha conseguido terminar esa fase que es durísima, se hace la "Reinserción", que consiste en vivir en un piso de Bilbao con un poco de libertad bajo unas normas muy rígidas.
Esta fase fue la más difícil para mi.
Me costaba mucho.
Me costaba no vivir en mi casa, me costaba saber que mi hijo el pequeño me echaba de menos y me costaba estar tan cerca de todo sin tener acceso a nada.
Mis hijos mayores estaban estudiando en California.

Cuando se organizó el evento yo ya estaba en la tercera fase.
Me dedicaba a llevar grupos de jóvenes.
Los que ya han pasado por las diferentes fases ayudan a entender a los que vienen de la calle, que aunque parezca imposible, se puede cambiar de vida.

Me gustaba poder ayudar a los nuevos con todo lo que había aprendido.

Nosotros, los antiguos, nos ocupábamos de asuntos serios, no teníamos tiempo para hacer obras de teatro, así que cuando nos propusieron que preparásemos algo, nos negamos en rotundo sin tener en cuenta que en PH nada es imposible.
Me pidieron que escribiera algo para que lo leyera otra persona y así poder informar a la audiencia de lo que supone pasar por esa experiencia.
Acepté sin problemas.
Justo cuando el evento había comenzado, al que iba a leer mi texto le entró una especie de pánico escénico y la directora me dijo que lo leyera yo.
Tuve que decir que si, a pesar de no tenerlo ensayado.
Se trataba de afrontar.
Nos habían inculcado tanto lo de afrontar que pensé que podía leerlo, así que salí al escenario sin demasiado miedo.
Cuando me encontré con tanta gente frente a mi con todos los focos iluminándome y un silencio aterrador esperando a que hablara, me empezaron a temblar las piernas sin poderme controlar.
Hice un esfuerzo sobrehumano y casi tartamudeando empecé a leer el texto que yo misma había escrito.
Supongo que lo que dije me salió del corazón porque el aplauso que recibí cuando terminé de leer y de temblar fue apoteósico.
Al salir del escenario la persona que tenía que haberlo leído, me dijo:

¡Como afrontas Blanca!

Lo agradecí.
Ese era el mayor piropo que me podían decir en ese momento.
Al día siguiente salió un artículo sensacional en El Correo, que es el periódico que lee todo el mundo en Bilbao.
Ponían por las nubes a PH y al evento del día anterior.
Terminaba el artículo diciendo que el emotivo discurso final lo había leído una madre que tenía tres hijos toxicómanos haciendo Proyecto Hombre.
Eso fue lo mejor de todo.

Me hizo gracia.

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