sábado, 29 de agosto de 2015

Una sorpresa inesperada












Antes de hacer PH y de que mis hijos mayores se fueran a California para estudiar sus carreras, el ambiente de mi casa no era agradable.
Yo no me ocupaba demasiado y mis hijos se daban cuenta de que nuestra casa no funcionaba como las de los demás.
Mi madre solía estar pendiente de que hubiera comida y nunca faltó lo esencial pero mi estilo de vida no era el de un ama de casa convencional.
Hacía lo que podía.
Durante una temporada muy larga intenté llevar doble vida, hasta que llegó un momento en que resultaba demasiado cansado.
El punto de inflexión lo tuve en la terraza del bar Lepanto de Bilbao.
Estaba tomando el aperitivo con un grupo de amigos haciéndome la buena, vestida en plan niña mona con el falso bolso de Hermès y las pulseritas de pelo de elefante que estaban de moda.
De repente pude ver cómo mi amiga Eugenia Fraile, pionera de las drogas en Bilbao, guapísima, altísima y tambaleándose, se dirigía a casa de sus padres que vivían en Fernández del Campo.
Sentí envidia.
Ella no hacía el paripé como yo.
Decidí hacer lo que me diera la gana sin disimular.
Dejé de preocuparme por mi aspecto.
Encontré a muchísimas personas afines a mi.
Es increíble la cantidad de yonquis que son invisibles hasta que te conviertes en uno de ellos.
Puede ser la dependienta de la frutería, el médico de cabecera, el profesor de tu hijo que es del Opus Dei...
La vida del yonqui está llena de altibajos.
Se puede pasar del cielo al infierno varias veces en un día.
Se vive al momento.
Solo cuenta el presente.
Los problemas se solucionan cuando se presentan.
Me había metido en un túnel en el que no veía la salida.
La trayectoria de las drogas, salvo excepciones, suele tener varias fases.
Yo ya estaba en la más peligrosa.
Un yonqui no siente como los demás.
Un yonqui no ve más allá de su necesidad inmediata para lo cual es capaz de hacer lo que sea menester, mentir, robar, engañar, falsificar…
Además, la heroína te da una especie de superpoderes para saber exactamente donde encontrar lo que necesitas.
Una de mis fuentes para conseguir dinero era mi hijo Jaime.
Él siempre tenía dinero.
Notó que le desaparecía y empezó a esconderlo.
Cuando él estaba en el colegio yo me ponía en el medio de su cuarto, cerraba los ojos y dejaba que el instinto me guiase.
Siempre acertaba.
Me acercaba a su librería, estiraba la mano, sacaba un libro y ¡Eureka! 
Nunca fallaba.
Hasta que falló.
Un día de gran necesidad, no acerté.
Más tarde me enteré de que había decidido meter su dinero en un banco.
Me vi en tal aprieto que fui al cuarto de Beatriz en donde ya tenía localizada su caja fuerte.
La cogí y me fui al Caracas donde me encontré con Javi López Tapia que me dijo:

Ven, vamos a mi casa que yo eso lo soluciono en un minuto.

Así fue.
Abrió la caja fuerte de Beatriz y ante nuestro estupor, encontramos que estaba vacía, excepto un papel en el que estaba escrito:

TE JODES LADRONA






No hay comentarios:

Publicar un comentario