Creo que a pesar de que las reglas no tienen por qué ser siempre respetadas, cuando escribo un diario me siento mucho más satisfecha si lo escribo todos los días, ayer no escribí porque estaba demasiado cansada y preferí meterme en la cama, por lo demás, me quedo más contenta aunque escriba unas pocas frases sin demasiado interés que dejar el día vacío, ningún día se lo merece sino todo lo contrario, quiero que mis días sean plenos.
Además tenía claro que lo que me apetecía era escribir sobre lo que pienso de Zweig, ya que estoy muy enganchada a su escritura y veo que es un trabajo diferente cuando me dedico a un autor, sobre todo si es bueno, es el caso que me ocupa.
Cuando estudiaba Bellas Artes en Bilbao, la primera clase, dibujo, empezaba a las ocho de la mañana, de ocho a diez, lo cual me obligaba a levantarme muy temprano para que me diera tiempo a desayunar, arreglarme y conducir hasta Bilbao, el asunto de aparcar lo tenía bastante resuelto en aquella época.
Me costaba mucho madrugar, siempre me ha costado pero las Bellas Artes lo hacían llevadero.
No sé cómo me atreví a preguntar al profesor por qué una asignatura tan difícil la ponían a esa hora en que todavía estábamos atontados y lo que me contestó fue todo lo contrario: se supone que a las ocho de la mañana es cuando más despierto se encuentra el cerebro por lo que es necesario empezar con lo más difícil.
Desde que aprendí eso, no lo he olvidado y suelo intentar hacer por la mañana las cosas que más me cuestan sobre todo escribir porque al anochecer ya suelo estar cansada y no me gusta trabajar, prefiero hacer algo pasivo como ver una película o leer, lo cual es diferente que estudiar o trabajar.
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