lunes, 27 de enero de 2020

TRES MIL DOCE








El viernes me pasó algo parecido a una película de terror imaginario.
Escribí el diario contando mi plan de fin de semana que consistía en quedarme sola porque Beatriz se había ido a esquiar.
Lo consideraba un reto importante.
Ambas lo habíamos hablado y estábamos de acuerdo en que estaba preparada.
Norma vino por la mañana, me cambió las sábanas y dejó todo preparado para que me sintiera cómoda en casa.
Las amigas de Beatriz, Silvia Plaza y Anapé se habían ofrecido a resolverme cualquier contingencia.
Beatriz también habló con Begoña, nuestra vecina de confianza, pusieron los teléfonos al día, me dio un beso y se marchó a trabajar antes de viajar a Baqueira.
Por la mañana yo había recibido el libro de Emanuela Dampierre que me había enviado Begoña Aranguren, la autora y estaba encantada de contar con esa agradable compañía.
Todo iba viento en popa.
Lo escribí, lo publiqué y de repente vi que Tere Barrie había puesto un "me gusta" que me encantó.
Al minuto el asunto dejó de encantarme y se convirtió en una película de Haneke en la que como por arte de magia, alguien, el tipo de locos que hacen esas cosas, al enterarse de mi indefensa situación, consiguieron entrar en mi casa y se aprovecharon de mi circunstancia.
Mujer viejita, indefensa, débil, con muletas, sola...
Se me pasaron por la imaginación toda clase de horrores por lo que eliminé el mensaje sin que diera tiempo a que nadie lo leyera porque todo había sucedido en segundos.

Pues bien, ya ha pasado el fin de semana sin sobresaltos.
El libro de Begoña ha sido mi acompañante, hoy ha venido Norma con quien he podido hablar un poco antes de irme al hospital con mi sobrino, que ha venido a buscarme a las 10:15 como estaba previsto.
He pasado la mañana con la quimioterapia sabiendo que hacía lo más importante para mi curación y ya estoy en casita tranquila, preparándome para un mañana encantador.






No hay comentarios:

Publicar un comentario