viernes, 31 de enero de 2020

TRES MIL DIECISÉIS








Yo creo en los milagros.
Más que nada porque mi propia experiencia me obliga a ello.
Casi cada día, aparte de estar viva, suceden cosas pequeñas que me alegran y solucionan problemas.
Hoy, por ejemplo, he llegado a casa en un estado lamentable.
Después de cinco días seguidos de quimioterapia, mi rodilla se ha visto tan afectada que casi no podía tenerme en pie con las muletas.
He llegado a casa con el tiempo justo para meterme en la cama.
He tomado media pastilla de Cortisona y he esperado a que haga efecto.
Al cabo de hora y media he sentido hambre, me he dirigido a la cocina sin saber qué podría comer porque no me veía con fuerza para calentarme la comida y ha aparecido Beatriz.
Me ha dicho que nuestra vecina Begoña había traído merluza frita.
Ha sido maravilloso.
Eso para mí es un milagro.
Algo que llega en el momento oportuno y sin haberlo encargado.






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