jueves, 30 de junio de 2022

CUATRO MIL SEISCIENTOS VEINTINUEVE

 




Estoy leyendo un libro que me recomendó Lorenzo Caprile y me está gustando y sorprendiendo al mismo tiempo, se llama "Agua y jabón" y trata sobre todo de vivir de manera elegante, sin pretensiones ni tonterías, solo prestando interés a lo que de verdad importa y cómo nada hay más bonito que lavarse las manos con agua y jabón.

Me voy dando cuenta de la cantidad de cosas que me sobran y de que me encantaría ser capaz de deshacerme de todo lo que no necesito, vivir en un vacío contenido, solo mi respiración y mis necesidades perentorias.

Todos los que saben más que los demás llegan a la misma conclusión, Jorge Oteiza y el vacío, Mies Van Der Rohe: "menos es más".

Estoy en contra de la obstentación, de la pretensión, del abuso, de lo que no es necesario y por consecuencia,  estoy a favor de todo lo contrario.

Por eso me gustó tanto Japón y su cultura del vacío, el orden, la limpieza y el cuidado de la estética.

No obstante, amparándome en que me cuesta andar y moverme, sigo teniendo mi estudio lleno de cosas de las que quisiera deshacerme pero soy incapaz de dar un paso siquiera cada día, eso sería un gran triunfo para mí y sin embargo paso por delante de las mismas cosas que no necesit, se me repite un pensamiento que ya no tiene sentido y no hago nada.

Al decir que no hago nada me refiero a que no doy ese pasito que es poca cosa pero que uno cada día haría un trabajo, no es la vagancia, es algo más profundo lo que me impida hacerlo, es el miedo a tomar decisiones, tendría que deshacerme de cuadros y dibujos y no soy capaz, pienso en que podría arrepentirme, no se puede guardar todo, no soy Ingrid Bergman y no tengo síndrome de Diógenes, aunque mentalmente tal vez almaceno en mi cabeza más apegos de los que debiera.





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