domingo, 5 de junio de 2022

CUATRO MIL SEISCIENTOS TRECE

 




Cada vez me gusta más la arquitectura y los documentales en los que hacen una entrevista a un buen arquitecto contemporáneo acaparan mi atención como si estuviera en una master class de la asignatura de  mi máximo interés..

Hace poco me pasó con el documental sobre Renzo Piano que hizo el Centro Botín de Santander, me entusiasmó y ayudó a comprender su modo de trabajar, que es muy personal.

Ayer vi Una conversación con Ricardo Bofill que siempre me ha interesado, pero lo de ayer más fue fascinación porque está muy bien ordenado el modo en que explica su trabajo alrededor del mundo y las conclusiones a las que llega cuando termina con el rascacielos de Chicago, son exactamente aquellas con las que me identifico, por lo menos las que le entendí, que eran:

_Poco dinero.

_Minimalismo.

_Materiales del lugar.

_Cubrir las necesidades de las personas que van a vivir, aquí se refiere a tener en cuenta el tipo de relación que van a tener los que van a habitar ese espacio.

_Estudiar la ciudad en la que se encuentra el edificio.

Realmente una lección magistral, a pesar de que el que le hacía las preguntas a veces le interrumpía y se iba hacia otro lado, Bofill, sin inmutarse, educado y despacio, seguía en su proceso que era de una claridad diáfana, se notaba que era consciente de cada paso que había dado en su trayectoria y que había sido un arquitecto mimado por tener un padre arquitecto y constructor y siempre estuvo protegido por este, vivió la arquitectura desde que nació, añadiendo además que Barcelona es un paraíso de arquitectura, no comparable a ningún otro lugar de España.

Tuve la suerte de vivir unos meses en Barcelona, por motivos equivocados, intentando aprender a hacer maquetas y gracias a eso aprendí un poco de arquitectura aunque mi interés por las maquetas decayó desde el primer dia, nada menos adecuado para mí, ya que soy creativa, así que tuve que hacer la maleta y volver a mi casa a seguir pintando que era a lo que me dedicaba en aquellos tiempos.

Bofill además, de ser un visionario muy inteligente, dotado de un talento excepcional cuya trayectoria no es comparable a ninguno de los demás arquitectos que conozco y ya voy viendo unos cuantos, no se dejó condicionar por los estudios académicos, simplemente siguió sus razones personales y su gusto exquisito además de práctico.

Pronto se dio cuenta de que ya había alimentado su ego lo suficiente para estar tranquilo y a los cuarenta años se centró en hacer la arquitectura que él consideraba eficaz.











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