sábado, 8 de enero de 2022

CUATRO MIL CUATROCIENTOS OCHENTA Y CINCO

 





No me acuerdo demasiado de lo sucedido en los últimos días, solo sé que mi estado de ánimo ha cambiado por completo al terminar la navidad, me encuentro como nueva, con ganas de trabajar, animada, contenta y en un estado de paz que es exactamente el que me apetece.

Casi no me lo puedo crees, soy muy receptiva a mi entorno y al tipo de energía que me rodea.

Cuando vivía en Los Ángeles no me afectaba nada la navidad, allí no se celebra o por lo menos yo no lo recuerdo y se sigue haciendo la vida como si fueran días normales, todo está abierto y en general el tiempo es estupendo.

Lo del país vasco ha sido demencial, ha hecho un tiempo veraniego, la gente iba a la playa, hacía calor de verdad, los contagios de covid han sido exponenciales porque estoy casi segura que lo peor son las reuniones familiares dentro de las casas.

En los preparativos que estoy haciendo para empezar el año con orden, he encontrado un texto del libro que espero publicar en breve, lo incluyo aquí:


10

Peligro inminente

 

 

 

A las 09:14 de la mañana del día siguiente, Gonzalo Satrústegui marcó el teléfono de Natalia y ésta, aunque se encontraba plácidamente dormida, lo cogió.

Tenía tanto cuelgue con el móvil, que hasta se iba a la cama con él.

Le preguntó el motivo de esa llamada tan tempranera y Gonzalo le dijo que no había dormido en toda la noche, que tenía un mono espantoso.

Natalia le recomendó que se metiera en la bañera con agua caliente y que aguantara un poco.

 

Ya sabes que el monkey te dura una semana.

Un poco de paciencia y para cuando te das cuenta ya se te ha pasado y yendo a la TPA puedes empezar a encontrarte bien.

 

Estaba asustada.

Lo que menos necesitaba era tener un yonki cerca.

No se sentía tan fuerte como para que le hablaran de caballo y de síndromes de abstinencia.

Se lo quería decir, pero no se atrevía.

Gonzalo esperó a que ella hablara, pero en vista de que no lo hacía, le dijo:

 

¿Te apetece tomar un café?

 

Eso si que no, Natalia no podía dejarse llevar.

Recordaba lo que le había dicho Berta sobre la necesidad de autoprotegerse y permanecer atenta a ella misma.

Pensaba en todo esto mientras le decía, con el tono de voz más seductor del que fue capaz:

 

Bien, si quieres nos vemos en el Barandiarán dentro de media hora.

 

Al apagar el teléfono se dio cuenta de que iba a hacer un disparate, pero era un chico tan mono y estaba tan necesitado.

Le dirá que no deben salir juntos.

Ella no está preparada para salir con un toxicómano.

Se duchó, se vistió y salió corriendo.

 

Gonzalo estaba sentado en una mesita de la terraza, a pesar de que todavía el sol no calentaba demasiado, por lo que Natalia le sugirió que entraran.

Se sentaron dentro y pidieron dos cafés.

Natalia también quiso una tostada.

Se forzaba para comer aunque no tuviera hambre.

Necesitaba fortalecerse.

Gonzalo le dijo que llevaba varios días sin comer nada, solo tomaba café.

Un día llegó a tomarse treinta y siete.

Natalia conocía el estado de Gonzalo y se daba cuenta de mal que estaba y no confiaba en que dejara de meterse caballo, no obstante se sentía a gusto con él.

 

Hasta tal punto la vida estaba del lado de Natalia, que sonó su teléfono y era Berta que le proponía acompañarle a Biarritz para hacer unas compras.

Aceptó.

Quedó en pasarle a buscar por su casa dentro de una hora.

No le dijo lo que estaba haciendo, pero se despidió de Gonzalo y se marchó.

Quedaron en verse en TPA por la tarde.

 

Berta y Natalia fueron al Carrefour.

Berta le contó que casi toda la compra de comida la hacía en Francia, le gustaban los productos franceses.

Comieron Chez Albert, en el puerto viejo, donde el pescado es excelente.

Berta le invitó y Natalia comió con apetito.

Es diferente comer a gusto con una amiga, en un buen restaurante, que comer un huevo frito sola en una casa poco cuidada.

Natalia estaba muy verde.

Gracias a Berta, que ya se había trabajado bastante, encontraría la fuerza para seguir adelante.

Ante ella se abrían dos posibilidades:

Acercarse a Gonzalo que estaba hecho polvo o dejarse ayudar por Berta, que estaba fuerte y deseando ayudarle.

Esperaba hacer una buena elección con la ayuda del grupo.

Mientras comían y charlaban, Natalia pensó que debía decirle la verdad de su situación a Berta, que tenía que ser honesta.

Y lo hizo.

A Berta no le pilló de sorpresa.

Se había dado cuenta de las miradas que intercambiaban y de lo cercanos que se sentían.

Lo que le sorprendió, fue que hubiera quedado con él para desayunar, pero se calló.

Consideraba que Natalia era mayorcita y sabía que estaba corriendo un peligro grave al acercarse a Gonzalo.

Berta sabía de la fragilidad de Natalia, pero no hasta ese punto.

Incluso empezó a pensar que tal vez a ella tampoco le convenía estar con Natalia.

En PH, que es una terapia conductista con normas poderosas, lo primero que exigen es evitar a las personas negativas, entendiéndose como tales a la gente que consume cualquier tipo de sustancias, o que está con personas que lo hacen.

A Berta no le convenía estar con Gonzalo, eso era evidente, pero ahora se estaba dando cuenta de que tampoco debía estar con Natalia, puesto que se estaba acercando demasiado a Gonzalo, a sabiendas de que era negativo.

 

Volvieron a San Sebastián casi sin intercambiar palabra.

Ambas sabían lo que estaban pensando.

Llegaron a tiempo para TPA.

Todo se desarrolló de manera normal.

Hablaron varias personas con diferentes adicciones y todas estaban contentas, porque llevaban tiempo sin caer en los viejos hábitos y sentían esa satisfacción profunda, que es el principal estímulo, tanto para el protagonista como para el grupo.

 

Natalia y Gonzalo no hablaron.

Escuchaban con atención.

Berta salió corriendo, ni siquiera dijo adiós a su amiga.

Necesitaba estar sola, recapacitar y poner orden en sus ideas.

Había pasado un día muy diferente de lo que esperaba.




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